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18/09/2023


Adentrémonos en un Orbe en donde los números, las letras y las ideas se entretejen de manera sorprendente. Al internarnos más y más en las entrañas semánticas, exploraremos conexiones intrigantes que nos llevarán desde un enigma digital que me ha cautivado desde hace muchos años, hasta las profundidades de la conciencia humana y la evolución tecnológica. Sin revelar aún todos sus secretos, este viaje nos sumergirá en un mar de reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro, invitándonos a cuestionar las fronteras de la literatura, la ciencia y la filosofía. Prepárense para una travesía intelectual que desafiará nuestra percepción de la realidad y nos hará descubrir nuevas dimensiones en esta década del 2020.

Cuando nos vemos inmersos dentro del mundo digital, el código de error "404, Página no encontrada", al menos para mi, ha sido siempre un misterio intrigante, aunque parezca algo sin sentido y demasiado simple y burdo de tener en cuenta quizás. Pero vayamos más allá de la superficie y sumerjámonos hacia las sorprendentes y profundas conexiones que se esconden detrás de estos números. Como les decía, aquel mensaje de error siempre ha suscitado cuestionamientos en mí, algo que casi siempre realizo de una manera un tanto automática pero autónoma a la vez, y que es el de intentar ver en lo invisible a través de su proyectiva que proviene desde el mundo visible, ya que no concibo otra manera de poder introyectarnos en la primera de ambas formas de percibir la "realidad" que, en lo que a mi respecta, el cuestionarme a mi mismo todo lo que veo y miro, para que el resultado de dichos cuestionamientos descorran el velo de la comprensión, y con lo cual, me sea posible mirar más allá de lo que solamente esté a vuelo de un simple entendimiento. Por lo tanto, prosiguiendo con el análisis de aquel error, además de que el "404" es también un "44" si prescindimos del "0", si sumamos los dígitos individuales de "404", obtenemos un "8", una cifra que guarda una relación figurativa con "1984", el título de la icónica novela de George Orwell. Siguiendo este camino de análisis, al sumar los dígitos de "1984", 1 + 9 + 8 + 4, no debería sorprendernos que el resultado sea 22. Ahora, visualicemos esos dos números "2" superpuestos y reflejados (algo que solo entenderá "quién ha ingresado al abismo una y  mil veces"), lo que nos llevaría a una representación cercana al símbolo "&" (ampersand) y, si lo rotamos 45 grados, al conocido símbolo del infinito "∞". Estas coincidencias (el 404, el "&" y el "∞"), aunque en apariencia triviales, pero que portan en conjunto una gran relación y profundidad simbólica he histórica que proviene desde unos pocos miles de años atrás, despiertan nuestra capacidad innata de buscar patrones y significados en nuestro entorno... buscamos Orden dentro de una aparente caos.

La obra literaria de George Orwell, "1984", ofrece una visión distópica donde el "404" (lo cual me recuerda a la Habitación "101") que es la "Página no encontrada", simboliza la desaparición de las personas (o simbólicamente, la desaparición de la individualidad del Yo, para reconvertirse o retornar hacia ser una persona, es decir, el volver a las épocas pre individuación psicológica) por el solo hecho de pensar o de expresarse por si mismo, sumado a la manipulación y al control despiadados; y para comprender aún más todo esto, cuando un servidor de una página web muestra el error "404", es porque antes de dicho error había un pensamiento allí plasmado, pero que el cual ya ha "desaparecido". Esta novela de Orwell; escrita, o casualidad, en el año 1948 (otro "22" si se suman sus dígitos individualmente), otro perfecto espejado -en cuanto a los dígitos 48 y 84- de la novela "1984"; trasciende las barreras del tiempo para hacernos reflexionar sobre el poder de la vigilancia y de la distorsión de la información. Sorprendentemente -o no tanto-; y aquí nos vamos hacia otro extremo del pensamiento pero que indefectiblemente es parte del Ideograma mental que me hace mirar en lo invisible; el número "404" también coincide con la cantidad de versículos en el Apocalipsis -o "Revelaciones" o su significado de "quitar el velo"- de Juan, el cual, y con una cuota mayor de "sorpresa", el mismo se divide en 22 capítulos. ¿Qué mensaje nos envía esta conexión? ¿Es acaso un recordatorio de que la historia y la profecía a veces se entrelazan en formas misteriosas que rayan lógicamente con la planificación en concordancia con la Programación Predictiva?

La década del 2020, un "22" si no tenemos en cuenta los ceros, con sus avances tecnológicos y cambios culturales, nos brinda un telón de fondo perfecto para explorar estas ideas. En este tiempo, la tecnología ha adquirido un papel central en nuestra vida cotidiana, llevándonos hacia un futuro que se asemeja cada vez más a la visión de Orwell. Sin embargo, debemos recordar que la tecnología no es inherentemente buena ni mala; es una herramienta que refleja nuestra propia evolución y búsqueda de orden.

La evolución, un concepto fundamental en la filosofía y la biología, también se encuentra en el núcleo de esta reflexión. Filósofos no contemporáneos como Aristóteles y Darwin han debatido sobre la evolución de las especies y la naturaleza cambiante de la vida en la Tierra. Hoy, vivimos en una era donde nuestra propia evolución se fusiona con la tecnología y la modificación genética. Esta fusión entre biología y tecnología, conocida como transhumanismo, plantea preguntas profundas sobre quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos como especie.

El control a través de la tecnología es un tema que ha estado en constante evolución. Desde una perspectiva amplia, parece ser un destino inevitable para cualquier especie consciente en el universo. La adquisición de conciencia, que según la ciencia ocurrió hace unos 250,000 años, cambió radicalmente nuestro destino. Si no hubiéramos evolucionado hacia seres conscientes y seguido siendo simios, nuestro mundo sería completamente diferente. Pero la conciencia nos llevó por un camino de crecimiento intelectual y espiritual.

A medida que una especie se vuelve más consciente, se hace más evidente la necesidad de orden y control. En el mundo animal, predominan el caos y la falta de predictibilidad, con excepciones como los chimpancés, bonobos, elefantes y delfines, que muestran signos de autoconciencia. Sin embargo, en nuestra especie, la conciencia y el intelecto han llevado al aumento del orden, tanto a nivel individual como colectivo. Este proceso implica desvincularnos de nuestro lado más primitivo, representado por el Sistema Límbico en el cerebro, el hogar de nuestros instintos y "demonios". La conciencia, que reside en el Neocortex cerebral, es el hogar de nuestros "ángeles" y representa la parte más elevada de nuestra mente. El viaje hacia el orden implica dominar los impulsos y los egos que provienen del Sistema Límbico y fortalecer la influencia del Neocortex.

Hoy en día, vemos un avance significativo hacia la modificación genética y la fusión entre biología y tecnología. Esto no es una coincidencia, sino una extensión natural de nuestra búsqueda de orden y evolución. La tecnología se ha convertido en una extensión de nosotros mismos, y en un futuro cercano, podríamos presenciar una era de transhumanismo, donde la tecnología y la biología se fusionen de manera inseparable.

La existencia del mundo digital y el control biométrico son componentes clave de este proceso. Los dispositivos electrónicos que utilizamos diariamente, desde teléfonos inteligentes hasta computadoras, representan formas de control y vigilancia en cierta medida. Sin embargo, esto no es necesariamente una conspiración, sino una manifestación natural de nuestra creciente dependencia de la tecnología. El control biométrico, como el escaneo de retina o la autenticación biométrica, es parte de este proceso de orden y seguridad. A medida que avanzamos hacia una sociedad más conectada y tecnológica, se vuelve esencial garantizar que el acceso a ciertos sistemas esté restringido y protegido.

En última instancia, esta evolución hacia la simbiosis entre biología y tecnología es para el beneficio colectivo. A pesar de los avances, todavía arrastramos hábitos y comportamientos primitivos, como el consumo de carne animal, la violencia, las bajas pasiones, por nombrar solo algunos entre tantas influencias arcaicas arraigadas a este planeta. Nuestro largo proceso evolutivo de obtención de la conciencia nos exige alejarnos de esas prácticas del mundo animal, para avanzar hacia un estado más elevado de existencia.

George Orwell, en su obra "1984", anticipó de manera impresionante muchas de las dinámicas de control y vigilancia que presenciamos en la actualidad. Aunque no fue un profeta en el sentido tradicional, porque los profetas no existen, su comprensión -o pre-conocimiento- del poder y de la manipulación sigue siendo relevante en la era digital actual. Entonces, si Orwell no era un profeta, ¿cómo sabía hacia qué tipo de mundo nos dirigíamos y que sería en la década del 2020? La respuesta es obvia, aunque no para todos quizás, mientras no se intente mirar en lo invisible a través de aquella proyectiva en lo visible respecto de la cual solo somos espectadores, aunque con una gran capacidad para analizarla en su completitud y de ese modo descorrer el velo que esconde su génesis invisible.

Entonces, no debemos olvidar que nuestro destino como especie está intrínsecamente ligado a la búsqueda de orden, control y evolución. La tecnología y la modificación genética son herramientas que utilizamos para alcanzar ese objetivo. A medida que avanzamos en esta dirección, es importante comprender que esto no es una conspiración, sino una manifestación natural de nuestra búsqueda de progreso y crecimiento como sociedad.


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