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18/07/2023


En un Orbe culturalmente convulsionado por la protesta constante hacia los políticos de cualquier color, es fundamental reflexionar sobre la necesidad de un cambio de paradigma a nivel global. Observemos nuestro planeta desde el espacio, unidos por una perspectiva única, y comprenderemos que somos una sola nación sin divisiones virtuales de ningún tipo.

Las ideologías políticas, aunque han desempeñado un papel importante en el pasado, se encuentran en un inevitable declive. Estas ideologías, que alguna vez fueron la génesis de todo mal en nuestro pequeño grano de arena cósmico llamado planeta Tierra, tienen fecha de vencimiento. Debemos abrir nuestras mentes y reconocer que las fronteras ideológicas solo nos separan y nos impiden avanzar hacia un futuro unificado.

Cada uno de nosotros lleva una chispa de luz, una esencia que nos conecta a todos. Sigamos el dictado de nuestra mente y comprenderemos que, como seres humanos, somos hermanos, hijos de una misma madre mitocondrial que habitó África hace un cuarto de millón de años. En aquel entonces, la Tierra era una sola nación, sin divisiones que nos separaran. ¿Cómo es posible que aún estemos unidos por un ancestro común y desperdiciemos nuestras energías y las de futuras generaciones en protestas interminables contra los políticos? Debemos recordar que el cambio comienza dentro de nosotros mismos, en lo más profundo de nuestro raciocinio. La política y los políticos seguirán igual mientras no optemos por un cambio de paradigma.

Las ideologías representan eventos oscuros, hipocresía y corrupción que impregnan a todos los países del mundo en mayor o menor medida. En este punto de nuestra historia, no hay lugar para las ideologías en nuestro planeta. Ya no podemos permitir que continúen causando sufrimiento a nuestras generaciones futuras. Sin embargo, para lograr esto, debemos encontrar la chispa que nos ilumine, la verdad íntima que descorra el velo de lo desconocido.

Reflexionemos sobre el futuro que deseamos para nuestras generaciones venideras. La respuesta se encuentra en estas palabras, pero cada uno debe encontrar su propia verdad, incluso si al final coincidimos más allá de los matices. La verdad, tu verdad, es lo que te hará libre. Y con esa libertad, terminará la protesta eterna contra los políticos, porque no podemos desperdiciar nuestras energías y las de futuras generaciones exigiendo que los políticos dejen de corromper al mundo. ¡Es totalmente injusto!

Miremos hacia adentro y nos daremos cuenta de la necesidad de una unificación global, una mega nación federal con una economía única y una moneda única. Debemos eliminar las perversas fluctuaciones monetarias que empujan a millones de hermanos hacia la pobreza y la muerte. Cuando encontremos nuestra propia verdad, comprenderemos la importancia de este nuevo enfoque hacia el mundo, sin ideologías restrictivas, sin partidos políticos ni políticos que nos dividan. Retrocedamos en el tiempo a la época de nuestra madre mitocondrial, hace 250 mil años, donde la unidad reinaba sin barreras ideológicas. Este es el camino luminoso que nos espera a todos los habitantes de la Tierra. Y este camino ya ha comenzado. No debemos temer, ya que el miedo paraliza el alma, nubla la razón y nos aleja de nuestro destino.

Nuestro destino, por derecho divino, es la luz de la razón y las virtudes. Somos hijos de la luz, hijos de la gran creación universal. Como tal, estamos destinados a buscar la perfección y señalar cualquier acto que oscurezca nuestra evolución como especie.

Acerquémonos a la luz sin temor, aunque momentáneamente nos deslumbre. Es solo un pequeño obstáculo en comparación con la oscuridad emanada de las ideologías. Pensemos y utilicemos al máximo el regalo que nos ha sido legado desde la creación: la razón. Al igual que la luz, la razón nos guía desde aquel inicio. En cambio, la oscuridad de las ideologías proviene de aquellos hombres que no han logrado fundarse en la razón.

Entonces, preguntémonos: ¿Seguiremos protestando contra los políticos, generación tras generación, sumidos en una vorágine interminable que resultará en la involución de la especie humana? Esto es totalmente injusto y llegará a su fin más pronto que tarde.

Unámonos como hermanos en la construcción de un nuevo mundo, donde todas las corrientes de pensamiento que nos dividen, desunen y enfrentan desaparecerán para siempre. No es una utopía, sino una realidad alcanzable. Una nueva era ha comenzado: la era de oro de nuestra civilización.

En este nuevo capítulo de nuestra travesía hacia un mundo unificado, es importante explorar los matices y las implicaciones de este cambio de paradigma. Si bien el camino hacia una mega nación federal con una sola economía y una moneda común puede parecer desafiante, debemos recordar que los grandes cambios a lo largo de la historia han sido impulsados por visionarios dispuestos a desafiar las convenciones establecidas.

Al adentrarnos en esta visión de unidad global, es esencial reconocer los beneficios potenciales que podrían surgir. Una sola nación podría eliminar las barreras comerciales y promover una mayor cooperación económica, lo que conduciría a un crecimiento más equitativo y sostenible. Las fluctuaciones monetarias, esas perversas fuerzas que arrastran a millones de personas a la pobreza, serían cosa del pasado, brindando estabilidad y prosperidad a todos los ciudadanos del mundo.

Imaginemos una sola moneda que trascienda las fronteras, eliminando la necesidad de intercambios monetarios y simplificando el comercio internacional. Esto fomentaría una mayor integración y promovería la paz, ya que los conflictos económicos a menudo son una fuente de tensiones geopolíticas. Además, al unificar nuestras economías, podríamos abordar de manera más efectiva los desafíos globales, como el cambio climático y la desigualdad, al distribuir recursos de manera más justa y coordinar esfuerzos para enfrentar estos problemas compartidos.

Sin embargo, es fundamental abordar también los desafíos y las preocupaciones que podrían surgir en este camino hacia la unificación. Algunos argumentan que una sola mega nación podría llevar a la pérdida de identidad cultural y la homogeneización de las sociedades. Es comprensible temer que la diversidad y la riqueza cultural de cada nación se diluyan en este nuevo orden. Es por eso que debemos encontrar un equilibrio entre la unidad y el respeto por la diversidad, asegurándonos de preservar y celebrar nuestras tradiciones, idiomas y herencias culturales únicas.

Otro punto de preocupación es la concentración de poder. Al unificar nuestras naciones, es crucial garantizar que el gobierno mundial sea transparente, responsable y representativo de todas las personas. La participación ciudadana y la protección de los derechos individuales deben ser pilares fundamentales en la construcción de esta nueva era. La voz de cada ciudadano debe ser escuchada y respetada para evitar la creación de una élite gobernante desconectada de las necesidades y aspiraciones de la población. Y además, en medio de este debate sobre el futuro de nuestra civilización, debemos recordar que no hay soluciones definitivas o absolutas. La búsqueda de un mundo unificado y armonioso es un proceso en constante evolución, que requiere de diálogo, adaptabilidad y apertura a nuevas ideas. Es fundamental aprender de los errores del pasado y forjar un camino basado en la colaboración y el respeto mutuo.

Como bien dijo Mahatma Gandhi: "La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia". Esta cita nos recuerda que la transformación pacífica y duradera solo puede lograrse a través del diálogo constructivo y la búsqueda de soluciones comunes. Es un llamado a encontrar esa chispa de luz dentro de nosotros y canalizarla hacia la construcción de un mundo más justo y unificado.

En última instancia, este viaje hacia la unificación global es un llamado a la reflexión personal y a la acción colectiva. Cada uno de nosotros tiene un papel vital que desempeñar en la creación de un futuro mejor. No dejemos que las barreras ideológicas o el temor nos impidan avanzar. Abracemos la diversidad, celebremos nuestra unidad como seres humanos y trabajemos juntos para construir la era dorada de nuestra civilización.

Y como para agregarle más fundamento a esta idea plasmada aquí, una cita más en palabras de Albert Einstein: "El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad". No permitamos que la apatía o la resistencia al cambio obstaculicen nuestro progreso. Sigamos adelante con valentía, inspirados por la visión de un mundo en donde nuestras diferencias nos enriquezcan y nuestra unidad nos fortalezca. La historia está en nuestras manos y es nuestra responsabilidad moldearla con sabiduría y compasión.

Este es nuestro momento de brillar, de trascender las limitaciones del pasado y abrazar un futuro de esperanza y armonía. A medida que avanzamos hacia la era de oro de nuestra civilización, recordemos siempre que somos los creadores de nuestro propio destino y que juntos, como hermanos en esta gran comunidad global, podemos alcanzar lo inimaginable.

Lic. Nelson J. Ressio.


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