Es importante reconocer que los únicos responsables de permitir que los niños pasen largas horas frente al televisor, sin un control adecuado del tiempo y los contenidos, somos los adultos. Los niños están naturalmente programados para absorber, asimilar, aprender, pensar y deducir todo lo que perciben a través de sus sentidos. Esta capacidad les permite prepararse para la vida adulta. Pero, ¿qué significa estar preparado para la vida adulta? Durante la infancia, los niños deben enfrentarse a eventos y objetos del mundo real, con todas sus realidades, tanto positivas como negativas. Esta experiencia les proporciona una especie de "coraza" psicológica compuesta por dualidades, como el bien y el mal, el sufrimiento y el gozo, las pérdidas y las conquistas. Esta "coraza" los prepara para afrontar las realidades que encontrarán en la edad adulta, sin sucumbir ante la indecisión y la incertidumbre que a menudo caracterizan la vida de los adultos.
Siguiendo esta premisa, un niño que pasa muchas horas al día frente al televisor sufre la pérdida de contacto con varias realidades, lo que puede resultar en trastornos en su desarrollo. Algunos de estos trastornos incluyen una percepción distorsionada de la vida y las personas, una disminución de la actividad cerebral orientada a la percepción de sonidos e imágenes cargados de conceptos que pueden modificar la realidad propia de los niños, una pasividad y receptividad excesivas en detrimento de una actitud activa y proactiva, falta de comunicación social con la familia y amigos, disminución de la creatividad, la imaginación y la inventiva, problemas de atención o el llamado Trastorno de Atención, alteración de la paz y armonía familiar debido a los programas de televisión que se eligen, problemas visuales si los niños miran la televisión a menos de tres metros de distancia, percepción y asimilación de una realidad alterada y virtual, tiempo perdido que podría utilizarse para actividades familiares, amistades, estudio, lectura, creaciones intelectuales y muchas otras cosas más.
¿Cuál es la responsabilidad de los padres en relación con el tiempo que los niños pasan frente a este "chupete electrónico" llamado televisión? La respuesta es simple: ¡toda la responsabilidad! Dado que los niños aún no han madurado lo suficiente como para comprender los efectos negativos, somos los adultos los que debemos tomar conciencia y tomar decisiones sobre el tiempo y los contenidos que nuestros hijos consumen en la televisión. Debemos ser firmes en la implementación de estas decisiones. Sin embargo, no es suficiente ser adultos restrictivos en la libertad de nuestros hijos. También debemos pasar tiempo de calidad con ellos durante los momentos libres de televisión que nosotros mismos les hemos impuesto. Si controlamos eficazmente el tiempo y el contenido que ven, debemos tener la misma dedicación para participar en actividades extra-televisivas, como jugar cartas, ajedrez, leer juntos todos los días y tener conversaciones sobre temas que ellos elijan o puedan manejar desde su perspectiva aún inmadura. También es importante salir a compartir momentos de juego físico con la familia y amigos. En mi caso, estas sesiones ocurren todas las noches durante una hora o más, y no son obligatorias, sino que son iniciativa de los propios niños. El objetivo es generar hábitos y costumbres positivas en los niños, para que después de unos pocos meses de práctica, sean ellos mismos quienes recurran a estas buenas prácticas que mencioné anteriormente.
¿Qué responsabilidad tiene la escuela en relación con este enemigo de la intelectualidad que es la televisión? La respuesta es: mucha responsabilidad. ¿Cómo deberían actuar los profesores ante este tema? En primer lugar, deben predicar con el ejemplo y advertir sobre el daño que la televisión puede causar tanto en el presente como en el futuro. Si el tema de la influencia de la televisión no se encuentra dentro de los programas curriculares, debería incluirse. Si ya está presente en la currícula, los profesores deben utilizar ejemplos y una buena didáctica para mostrar a los estudiantes los aspectos detallados anteriormente.
En resumen, desde mi humilde punto de vista, la capacidad intelectual de las personas está inversamente relacionada con el tiempo que han pasado y pasan frente al televisor. Esta máquina, que provee una serie de dependencias psicológicas e ideológicas a mentes desprotegidas, genera una relación proporcional en la sociedad. A mayor tiempo dedicado a la televisión, menor es la capacidad intelectual de la sociedad en su conjunto. Esto implica menos tiempo para cultivar el conocimiento, lo cual tiene graves implicaciones para la participación de las personas en la construcción y el mantenimiento de un mundo mejor. Entre estas implicaciones se encuentra la ausencia de libertad de pensamiento y expresión, el debilitamiento de virtudes esenciales como la tolerancia, el respeto y la empatía, y la manifestación de sentimientos de ira ante situaciones irrelevantes que no contribuyen a lo que realmente importa en la vida.
Si deseamos construir un mundo cada vez mejor en todos los sentidos, los adultos, incluidos los padres, los docentes, los políticos, etcétera, debemos asegurarnos de que el tiempo de los niños no se convierta en tiempo perdido. Si lo permitimos, nuestro futuro estará en peligro y la sociedad pagará las consecuencias.
Diversos estudios científicos respaldan la idea de que una exposición excesiva a la televisión puede tener efectos perjudiciales en los niños. Por ejemplo, la investigación realizada por el Centro de Investigación sobre Niños, Medios y Salud de la Universidad de California ha demostrado que la exposición prolongada a contenidos violentos en la televisión está relacionada con un aumento en la agresividad y la disminución de la empatía en los niños (Johnson, 2020). Otro estudio llevado a cabo por la Academia Americana de Pediatría reveló que los niños que pasan más tiempo frente al televisor tienen un mayor riesgo de desarrollar obesidad, problemas de sueño y dificultades en el rendimiento escolar (American Academy of Pediatrics, 2021). Estos hallazgos enfatizan la importancia de establecer límites adecuados y fomentar otras actividades saludables para el desarrollo integral de los niños.
Es fundamental que los adultos seamos conscientes del impacto de la televisión en la percepción de la realidad de los niños. El psicólogo Albert Bandura ha destacado la capacidad de los medios de comunicación para modelar conductas y actitudes, argumentando que los niños que se exponen a contenidos agresivos en la televisión pueden imitar dichos comportamientos en su vida diaria (Bandura, 2001).
La reconocida escritora y activista social Jane Goodall ha expresado su preocupación por el impacto de la televisión en la conexión con la naturaleza y la empatía hacia los animales. Goodall afirma: "Cuando los niños pasan largas horas frente al televisor, se desconectan de la belleza y la fragilidad del mundo natural. Esto limita su capacidad para preocuparse por el bienestar de los animales y el medio ambiente" (Goodall, 2018).
Además de los efectos perjudiciales en el desarrollo emocional y cognitivo de los niños, la televisión también puede afectar la calidad de las relaciones familiares y sociales. La falta de comunicación interpersonal y el aislamiento social son consecuencias comunes cuando los niños se sumergen en una dieta constante de programas televisivos. Por ello es fundamental que los padres y los docentes se involucren activamente en el tiempo libre de los niños y promuevan actividades enriquecedoras que fomenten la interacción, la creatividad y el aprendizaje. Esto implica establecer momentos de lectura conjunta, juegos de mesa, salidas al aire libre y conversaciones significativas sobre temas que despierten el interés de los niños.
En definitiva, la televisión puede ser una fuente de entretenimiento y conocimiento, pero también puede tener efectos perjudiciales en el desarrollo de los niños si no se controla adecuadamente. Los adultos tenemos la responsabilidad de regular el tiempo y los contenidos que nuestros hijos consumen en la televisión, brindándoles una educación equilibrada y oportunidades para crecer en todos los aspectos de sus vidas. Recuerda que la televisión no debe convertirse en una niñera electrónica, sino en una herramienta complementaria para el aprendizaje y el entretenimiento responsable.
Referencias:
- Johnson, E. (2020). The Impact of Television on Children's Social and Emotional Development. Center on Media and Child Health.
- American Academy of Pediatrics. (2021). Media and Children.
- Bandura, A. (2001). Social cognitive theory of mass communication. Media Psychology, 3(3), 265-299.
- Goodall, J. (2018). The Importance of Connecting Children and Nature.
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