Vamos a pensar que Pitágoras estaba en lo cierto, además de tener en cuenta de que ciertos nuevos escritos, recientemente encontrados, según se publica en este artículo en inglés, en la página theonion.com, fueran de puño y letra de él. Y cuando expreso lo primero, de que Pitágoras estaba en lo cierto, me refiero a la supuesta conspiración de los triángulos que él mencionaba, y que por tanta obsesión (o intuición basada en una mente elevada, como veremos mas adelante) de su parte, lo llevara a quedarse solo en la vida, únicamente en la compañía de sus amados triángulos.
Para este análisis, vamos a partir del sistema de medidas de un triángulo, propiamente dicho, y no así, de la entidad triángulo en sí misma. Entonces, y como todos lo sabemos, desde que nos adoctrinar…, perdón, desde que nos enseñaron en la escuela primaria y secundaria, y luego, los que tuvimos el valor de pasar por la universidad (pública) al mismo tiempo de trabajar 8 horas diarias (incluyendo tiempos de guardias laborales), tenemos muy bien arraigado en nuestra memoria, gracias al esfuerzo y al hábito constante, que la base fundamental de la Geometría y de la Trigonometría, se constituye como los denominados grados sexagesimales. Lo que aprendimos, y lo que luego hemos seguido aplicando, dicha ciencia maravillosa, hasta estos días, es lo mas básico de aquella ciencia, y que se constituye como la suma de los 3 ángulos internos de cualquier triángulo, arroja un "innegable" valor de 180º, es decir, un ángulo llano, lo cual es, si queremos comenzar con asociaciones, la mitad de una circunferencia, la cual mide 360º, algo que la mayoría que huye de la zona de confort, lo sabemos bien. Y con esto, y a partir de esto, tanto la geometría como también, la trigonometría, se fundamentan en este sistema de grados angulares sexagesimales.
Pero, siguiendo el análisis del artículo que intenta convertir al Gran Pitágoras en un loco y paranoico, nos debemos hacer la siguiente cuestión, y que es, ¿porqué Pitágoras pudo haber llegado a tal conclusión aparentemente obsesiva y paranoica, como lo expresa aquel artículo? Bueno, desde mi punto de vista triangular, (por sino lo saben, al igual que muchos, también poseo 3 ojos, conformando entre ellos, un triángulo "omnividente") y Pitágoras pudo haber llegado a la conclusión que detallo en el título de este artículo, gracias al maravilloso número 9. Incluso, podría afirmar yo, que fue mas allá, y que se habría obsesionado, -pero no así, que se haya vuelto paranoico-, con 3 números totalmente significativos para la existencia humana, y que son: el 3, el 6 y el 9, y su mente rebelde, habría querido ir más allá aún, de modo de encontrar que, los triángulos podrían fundamentarse en otro sistema de medida de grados, y diferentes a los grados sexagesimales, tal como yo lo expreso en el párrafo anterior, en que, el Gran Pitágoras, intentara responderse a la pregunta, ¿porqué los triángulos deberían medirse única y exclusivamente mediante la relación con los números 3, 6 y 9?
Como sabemos, todas y cada una de las medidas de un ángulo de un triángulo, se reducen a 9 (realicen los cálculos ustedes mismos y se darán cuenta), constituyéndose este número 9, como el número que representa al Universo mismo, a la Creación Universal, al Big Bang, al Dios que sea concebido por cada cual, al Arquitecto del Universo, o bien, como queramos denominarlo, ya que en definitiva, en la ciencia no ortodoxa, si bien se respetan las convenciones y las denominaciones, los nombres dados por las corrientes del misticismo y el sincretismo filosófico y religioso, todos apuntan a un mismo suceso astronómico, a niveles subatómicos y a resultados de las interacciones cuánticas que les sucedieron. El 9 es un número divino, por así llamarlo, y como tal, encierra entre sus entrañas de perfección, lo que se denomina, la Universalidad de la Perfección de Dios, o si queremos hacerlo más terrenal, la Universalidad de la Perfección Numérica, es decir que el número 9, es a la vez, 3 veces 3 (Es como Mercurius Ter Máximus, el Gran Hermes, el 3 veces Grande entre los Grandes, hermetismo que, respecto del cual, sabemos muy bien que Pitágoras fue un gran estudioso y creador de una hermandad hermética destinada a la filosofía, a la música y a las matemáticas), entonces, el número 9, representa a Dios mismo, al Arquitecto del Universo, al Hermetismo, a una filosofía oculta y milenaria, que le precede al querido hermano Pitágoras, y que el Gran Hermes podía comprenderlo claramente, por entre sus intrincados intersticios matemáticos y filosóficos, pero quizás, Pitágoras, solo se encontraba muy cerca de encontrar la respuesta a sus intuiciones, muy cerca de hallar la respuesta a esta supuesta conspiración que él mismo mencionaba (y que expresa el artículo que ha originado esta reflexión de mi parte), pero no pudo demostrarlo, aparentemente, pero su poderosa intuición comprendía muy bien que existía, -o existe-, un gran secreto extra, velado para su entendimiento, y que terminó destruyéndolo, tanto a el, como a sus relaciones familiares cercanas y no tan cercanas, debido a su supuesta “paranoia”, paranoia que yo la denominaría de otra manera, fundamentado en mi propia experiencia, y que se corresponde con el impulso innato de la inteligencia, ese impulso que nos permite ir más allá de lo evidente, porque la poderosa intuición de Pitágoras, así se lo exigiría, segundo tras segundo de su vida, una y otra vez, como un mazo golpeando sobre un cincel que da forma a una roca, como comprendiendo de manera casi exacta, lo que él estaba realizando. La intuición muy rara vez se equivoca, y menos que menos, cuando el intelecto del ser que es dueño de aquella intuición, crece y crece todos los días, segundo tras segundo, y más aún, si el intelecto se halla enfocado hacia una rama específica de una determinada ciencia. Pero, por desgracia, -o no tanto, si se tiene el valor suficiente-, todo tiene su costo, cuando la intuición es poderosa, y la persona que la experimenta, se torna en un gran buscador de la verdad, -de su verdad al menos-, y como los seres que se encuentran a su lado no logran llegar a comprender dicha intuición, debido a que no tienen el intelecto suficiente, como para posteriormente, construir por si mismos, un cierto nivel de empatía, de manera tal de decirse a sí mismos, -tal como no le sucedió al Gran Pitágoras-, “yo apoyo a mi esposo e inculcaré lo que mi esposo hace, a nuestros hijos de modo de que todos estemos casi al mismo nivel”, pero lo anterior, rara vez sucede, salvo que, al menos, la pareja se encuentre en similares vías de estudio y de búsqueda de las verdades escondidas a los ojos que no son capaces de mirar mas allá de lo evidente, ambos, aquella pareja y a la vez, padres, fundamentados en sus propias intuiciones, pero, si ambos buscan similares verdades, sus intuiciones, también serán muy similares, por no decir, idénticas, porque, como sabemos, la intuición se constituye como el momento exacto en el que, tu “3 veces Grande entre los Grandes” interior, tu Hermes interior, tu Dios interior, te está expresando que, lo que has podido intuir, luego de un magnánimo trabajo de deducciones tras deducciones, es una verdad plenamente aceptable, tan aceptable, que superará con creces, a todas las demás intuiciones de otras personas que no se han dispuesto a estudiar el mismo objeto de estudio con el mismo ahínco y dedicación que el primero. La intuición se fundamenta en el intelecto, en el empirismo y en el método científico, sea cual sea el método que se utilice, con el objetivo ineludible de encontrar la verdad que se estaba buscando, y cuanto más intelecto se posea, la intuición que deducirá la conclusión final, será la más correcta y poderosa de todas las demás intuiciones que se han basado en un intelecto y en un trabajo de campo más pobre. Esto, sin ser un dogma, es por lejos, una norma universal, solo comprendida por quien la practica día a día.
Hermes, el gran Mercurius Ter Máximus, el Gran Toth o Imhotep, el que ha creado los fundamentos filosóficos de las filosofías egipcias y griegas, "el que posee las 3 partes de la Filosofía del Mundo", filosofías estas, que luego, y con el tiempo, transmutaron hacia un gran abanico de sincretismos religiosos, e incluso dentro de las órdenes filosóficas y de moral; Hermes es el Gran Protagonista, es el Gran Transmutador de los metales, es el que transforma el plomo (recién iniciados) en un reluciente trozo de Oro ("maestros"), Hermes, es el que se constituye en esa personalísima y muy interna chispa que se le revela al que logra comprender y aprehender su verdadera misión dentro de una cierta orden, y esa Chispa, aquel Hermes interior, es el Gran Secreto de cada pedazo de plomo que logra transmutar en un reluciente trozo de Oro, es decir, la mencionada chispa, el hermetismo en funcionamiento interno, es aquella intuición haciendo lo suyo, en cada paso del camino filosófico / iniciático de una persona, tal como un gran alquimista.
Pero, el problema de Pitágoras, un Gran Iniciado en los pequeños y Grandes Misterios, es que él estaba en lo correcto gracias a su poderosa intuición; pero su intuición llegó a ser tan arrolladora, que las personas que estaban a su lado, no llegaron a comprenderlo en absoluto, debido a aquella diferencia intuitiva de la que yo hablaba en párrafos anteriores; y dichas personas, sus familiares y amigos, como es de esperar en este punto, comenzaron a pensar que Pitágoras se estaba volviendo paranoico, que estaba inútilmente obsesionado, que se había convertido en un simple "loco" embarcado en una búsqueda sin tener ningún sentido ni ninguna dirección, pero, la realidad era, -a mi modo de ver este tema-, que todos, -o la mayoría-, de las personas que se encontraban alrededor de una persona como Pitágoras, la misma persona que que había conseguido desarrollar una gran intuición, respecto de algún tema en particular, había conseguido también, -y sin quererlo-, quedarse solo en el mundo de las relaciones interpersonales, debido a que, las personas que lo acompañaban en su vida diaria, los que estaban a su lado, comenzaron a creer que esa gran intuición de Pitágoras, era algo patológico, en lugar de comprender, -a duras penas, al menos-, que lo que Pitágoras hacía, se correspondía con un comportamiento relacionado exclusivamente a una Alta Revelación que trasciende al pensamiento común y corriente. Por lo tanto, este gran matemático, no es comprendido por los que lo rodean, y como consecuencia, una vez mas, podemos darnos cuenta de que la soledad es el destino de quien se eleva, y en el caso de Pitágoras, su elevación intelectual y de conciencia, terminó con su vida, gracias al poder de las masas incultas. La soledad es el destino ineludible de la persona que comienza a percibir una chispa hermética, -o divina-, tras de otra, Revelación tras Revelación, todas y cada una, en el profundo interior de la mente de quien intuye con gran poder mental; y con cada uno de estos luminosos eventos, sucediéndose constantemente, la conciencia se eleva cada vez más, mientras que las conciencias colectivas de las personas que los rodean a los primeros, a los que logran elevarse, continúan estando estancadas en comparación. Por lo tanto, estas últimas conciencias no exaltadas por ninguna chispa divina interna, no lograrán comprender nunca a una conciencia superior que ha sido exaltada (como resultado de su propio esfuerzo personal) por infinidad de chispas divinas (o ideas reveladoras y únicas), y que ha sido una conciencia superior, como respuesta al trabajo y a la dedicación, virtudes estas que requieren de la voluntad, del esfuerzo y del hábito, todos ellos, inquebrantables. Hoy en día, el que se ha elevado, es visto por los ojos de las masas, como un loco desde el punto de vista de la mayoría, porque la mayoría está estancada en su zona de confort, y el salir de allí, por sus propios medios, para intentar elevarse, requiere el sacrificio antes dicho, y pocas personas desean sufrir por propia decisión. La mayor parte de la sociedad actual no soporta sufrir, y ese sufrir, ese caminar simbólico, con ambas manos y con ambas rodillas, todo al mismo tiempo, embarradas debido al fango pegajoso que aflora sobre el suelo de las oscuras profundidades del Averno, nos abre las puertas para que, luego de aquel transitar cual reptiles, nos podamos elevar cada vez más alto, cual aves con grandes y extendidas alas, sobre aquel camino filosófico / iniciático. Pues Pitágoras se había elevado tan alto, que los demás lo vieron como un loco, como un desquiciado, como un paranoico que necesitaba de manera urgente, un psicólogo (pero en aquellos tiempos, la psiquiatría, prácticamente no existía, como para que el doctor que hubiese tratado a Pitágoras, llegara al diagnóstico que era un hombre totalmente sano), sabiendo que Pitágoras era el mas sano de todos los que lo rodeaban, pero, por ahora, así se constituía aquella sociedad, y la sociedad actual no dista mucho de aquella, la que intenta reprimir, de manera automática instintiva, casi animal, a la persona que logre elevarse por sobre ellos, y al preciso instante en el que este no se deja intimidar por las masas dormidas, y continúa elevándose constantemente, allí es justo instante en el que la sociedad comienza a estigmatizarlo, a crucificarlo, a quemarlo en la hoguera de las banalidades y de los simplismos. Pero para sortear esto último, existe algo que se denomina carácter, y sumado éste, a la voluntad, la persona que continúa elevándose, se convierte en alguien imparable, teniendo bien en mente, que el costo de estar a mayor altura, mas solo se encontrará a futuro, rodeado únicamente por otros que también se han elevado, los cuales, son la minoría (aunque he percibido últimamente, o bien intuido, un creciente aumento de la conciencia de las masas, para mi gran alegría). Ese es otro de los grandes secretos de la Escalera de Jacob, ya que, solo es posible ascender por cada uno de sus escalones, de una persona a la vez, mientras tanto, la mayoría de ellas se queda en la base, algunas a la espera de subirla, y mirando hacia arriba (algo muy bueno), y otras personas, solo se mantienen observándola desde lejos, como si fuera un objeto decorativo, y no por lo que es, un elemento arquetípico, con una representación psíquica muy poderosa. Recordemos, si nos elevamos, conlleva aquel costo que mencionaba anteriormente, es decir, el costo de que las personas que nos rodeaban sea cada vez menor. ¿Estás dispuesto a este otro "sacrificio"?
Pues Pitágoras no estaba paranoico, a mi juicio luego de intuir este tema, sino que él era dueño de una enorme intuición, intuición que al parecer no le dio todas las respuestas que él esperaba, pero que, de todas maneras, estuvo a punto de hallarlas. Y como sabemos, el Número PHI, la razón áurea, el número que representa a todo, -y al Todo-, en el Universo, en esencia, está representado por triángulos, y como consecuencia, nosotros, los seres humanos, somos un conjunto de triángulos regidos por PHI, tal como Pitágoras supuestamente les decía a sus congéneres; además de que, todo los que percibimos en la naturaleza, como por ejemplo, el patrón de crecimiento de las ramas de los árboles, de las hojas sobre dichas ramas, del centro y hojas de un girasol, de la caparazón de un caracol, del pabellón auditivo, y de, hasta la espiral galáctica, en definitiva, la Razón Áurea, repleta de triángulos, posee una base trigonométrica, y por lo tanto, el triángulo se halla en su esencia mas profunda, tal como sucede, por ejemplo, en los Fractales, conocidos científicamente como los Conjuntos de Mandelbrot, en donde el triángulo es la esencia de todas sus dimensiones, y Pitágoras logró, en sus propios tiempos, y con el gran teorema que lleva su nombre, conformar su propio árbol fractal pitagórico. Es decir que, mediante su teorema, que expresa que el cuadrado de la hipotenusa, es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, logró unirlos de manera reiterada, y cada vez mas pequeños, en un árbol pitagórico, conformando un gran fractal, con tendencias a que si este árbol creciera mas y mas, la acción de PHI, se haría muy evidente. Dios dibuja el Universo mediante fractales pitagóricos.
El sistema de grados sexagesimales actual, se lo debemos a los babilonios, más específicamente a Hiparco, porque a este se le ocurrió dividir un círculo en 60 partes (debido a las propiedades de divisibilidad del 60), como base para todos los demás cálculos existentes y por existir, por lo tanto, de esa manera quedó expresado que, 3 veces 60, constituía a la mitad de un círculo, mientras que 6 veces 60, conformaban un círculo completo (la circunferencia de la Tierra en la que se Hiparco fundamentó), y por ende, los triángulos, más específicamente, sus ángulos, desde aquel entonces, y hasta nuestros días, se regirían por el mencionado sistema de medida babilónico. Pero, ¿quién puede ser capaz de expresar que Hiparco tenía toda la razón? Es solo un sistema de medida que inventó una persona llamada Hiparco, nada mas que eso, sin otro fundamento, al menos que yo sepa. Pero, si yo me subiera a mi flamante máquina de viajes hiperdimensionales, y me trasladara al pasado, justo al tiempo de Hiparco, y le impidiera que él creara dicho sistema, ¿Cuál sería el sistema que tendríamos, y respecto del cual, Pitágoras aparentemente dudaba y pensaba que existía una especie de conspiración, que por intermedio de la cual, le ocultaban una verdad mayor que la revelada por Hiparco al mundo entero? Por lo pronto, no serían grados sexagesimales al menos los que regirían nuestra geometría actual.
No olvidemos que el conocimiento es poder, pero el conocimiento oculto es el que domina a cualquier otro poder, y es el que se encuentra por encima de aquél. Entonces, la gran intuición de Pitágoras, pudo haber llegado tan lejos como para entender que, “algo no encajaba” y que, por así decirlo, Hiparco no había transmitido a los iniciados babilonios, toda la verdad sobre los triángulos.
Pero, ¿cuál era, -o es- aquella verdad? ¿Existía otro sistema de medida, que no sean los sexagesimales, y únicamente destinados a los altos iniciados maestros, tal como sucedió con los jeroglíficos egipcios destinados a los altos sacerdotes, y que no pudieron ser descifrados hasta la aparición de la Piedra Rosetta? ¿Cuál sería el otro sistema de medida que a los ojos e intuición del Gran Pitágoras, no pudo aplicar a aquellos conspiradores triángulos?
Nelson J. Ressio.
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