Ya sea, gracias a los míticos y Bíblicos, Adán del génesis como mero efecto de un proceso Creador y Causal; Tubal-Caín, representando la sabiduría de la metalurgia y del progreso en general; Moisés, personaje múltiple adoptado por el judaísmo, el cristianismo, el islamismo y el bahaísmo, encomendado por Dios para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud egipcia; Noé, considerado por algunas religiones, como el padre de la humanidad, luego del simbólico Gran Diluvio Universal; o aun más reciente que aquellos, nos encontramos con la leyenda –o realidad histórica– del hábil artesano y alquímico hermético, Hiram Abif, –hijo de una viuda de la tribu Neftalí y de su padre, originario de la región de Tiro, al sur de lo que es hoy el Líbano– cuya etimología de su nombre, de origen fenicio, nos revela la frase: “Mi Hermano el Exaltado”, mítico arquitecto del Templo de Salomón en Jerusalén, templo erigido tras dos prominentes columnas de bronce, nombradas ambas, por aquel artesano Hiram, como Jaquim –significando “Dios establecerá”– y Boaz –significando “la fortaleza de Dios”–, quien luego, el Maestro Hiram, fue asesinado por la injerencia de tres personas llenas de ambición, fanatismo e ignorancia, en respuesta a su categórica negación ante los amenazantes pedidos de aquellos, de que éste les entregara los secretos y la palabra sagrada, ambos utilizados por él, para la construcción de los Templos; por otro lado, también, y gracias a otros sucesos y personajes más comprobados históricamente, como los propios egipcios, con sus milenarias e imponentes construcciones basadas en la aplicación de su incuestionable geometría, pasando por los más recientes, como la Orden de los Caballeros Pobres de Cristo, también conocidos como los Caballeros Templarios; siguiendo por los Rosacruces, orden fundada en 1614 era vulgar, por un tal Christian Rosenkreuz –claro seudónimo de quien le dio el nombre a aquella orden–; y hasta los propios humanistas del Renacimiento del siglo XIV, con rasgos ideológicos como la filosofía, el arte como mimetismo y como actividad intelectual y analítica, el antropocentrismo, la fe en los valores del hombre en tanto que su universal, el aprecio por ciertas virtudes como el esfuerzo y la autosuperación, el uso de la razón pura, el éxito del comercio económico, el desprecio por todo tipo de guerra, el equilibrio en la elocuencia, el ennoblecimiento platónico de la realidad, el optimismo enaltecido frente al pesimismo, el retorno a las primeras fuentes del saber, el uso de la lógica frente al autoritarismo medieval, el respeto a la mujer, la búsqueda de la espiritualidad con uno mismo –el esoterismo– y no tanto lo externo y lo materialista –el exoterismo– y el reconocimiento de los valores humanos… todo lo antedicho, mitos, historia, personas, virtudes y valores… y mucho mas, convergieron en lo que hoy conocemos como una institución dedicada a la ferviente exaltación de las mas puras virtudes humanas, a la transmutación de nuestras bajas pasiones en eternas potencialidades, al uso de la razón basada en la filosofía por sobre todo dogmatismo y fanatismo, a la filantropía, como una mano extendida y ofrecida sin pensar en obtener nada a cambio, para los que mas la necesitan… esto es la Masonería.
La Masonería, institución actualmente especulativa, que a través de los años, –y fundamentada en lo anteriormente dicho, y deviniendo ésta desde los primeros constructores, albañiles, o mas bien, masones operativos de la edad media–, ha sabido construir y moldear, por la acción heroica, libre, igualitaria y fraterna de sus hombres, el destino de la mayoría de los pueblos del mundo, encauzándolos, a través de sus procesos libertadores e independentistas, hacia un libre albedrío institucional, en el que los propios países recién emancipados, comenzaron un lento, pero imparable proceso decisorio, fundacional y organizativo de sus instituciones estructurales, hacia un estado soberano al servicio del pueblo, en los cuales, la mano de la Masonería, y siempre a través de sus hombres, estuvo, está y estará siempre presente. Y digo estará, porque al iniciarnos en esta tan augusta institución, con el solo hecho de consentir, aceptar y prometer llegar hasta derramar nuestra propia sangre para salvaguardarla en todo lo que ella encierra, desde aquellas respuestas que lacramos por medio de un sello de fuego en nuestros corazones, y constituidas por el mas sincero y humilde convencimiento, la estamos haciendo eterna.
Esta tan trascendental fraternidad, de espíritus libres, de almas iluminadas con la luz de la sabiduría, esparcida por toda la faz de la tierra, es la génesis del mundo moderno, liberal, e independiente, y de todo proceso que se base en derechos indiscutibles como: la libertad y la independencia cualquiera sea su origen, eso si, respetando en todo momento y con igual predisposición de nuestra parte, –como base fundamental de aquellos dos inalienables derechos de los pueblos–, tanto las constituciones profanas como también las masónicas, ya que no debemos confundir libertad con libertinaje, pudiendo definir a esta última, como una especie de libertad sin control, la cual, para nada es sinónimo de crecimiento y evolución de los pueblos, sino que, mas bien, representa el atraso de los mismos, quedando estancados y sucumbidos bajo la ambición, el fanatismo y la ignorancia.
La Masonería, institución actualmente especulativa, que a través de los años, –y fundamentada en lo anteriormente dicho, y deviniendo ésta desde los primeros constructores, albañiles, o mas bien, masones operativos de la edad media–, ha sabido construir y moldear, por la acción heroica, libre, igualitaria y fraterna de sus hombres, el destino de la mayoría de los pueblos del mundo, encauzándolos, a través de sus procesos libertadores e independentistas, hacia un libre albedrío institucional, en el que los propios países recién emancipados, comenzaron un lento, pero imparable proceso decisorio, fundacional y organizativo de sus instituciones estructurales, hacia un estado soberano al servicio del pueblo, en los cuales, la mano de la Masonería, y siempre a través de sus hombres, estuvo, está y estará siempre presente. Y digo estará, porque al iniciarnos en esta tan augusta institución, con el solo hecho de consentir, aceptar y prometer llegar hasta derramar nuestra propia sangre para salvaguardarla en todo lo que ella encierra, desde aquellas respuestas que lacramos por medio de un sello de fuego en nuestros corazones, y constituidas por el mas sincero y humilde convencimiento, la estamos haciendo eterna.
Esta tan trascendental fraternidad, de espíritus libres, de almas iluminadas con la luz de la sabiduría, esparcida por toda la faz de la tierra, es la génesis del mundo moderno, liberal, e independiente, y de todo proceso que se base en derechos indiscutibles como: la libertad y la independencia cualquiera sea su origen, eso si, respetando en todo momento y con igual predisposición de nuestra parte, –como base fundamental de aquellos dos inalienables derechos de los pueblos–, tanto las constituciones profanas como también las masónicas, ya que no debemos confundir libertad con libertinaje, pudiendo definir a esta última, como una especie de libertad sin control, la cual, para nada es sinónimo de crecimiento y evolución de los pueblos, sino que, mas bien, representa el atraso de los mismos, quedando estancados y sucumbidos bajo la ambición, el fanatismo y la ignorancia.
La institución masónica, edifica templos de virtudes, construidos para, por, y dentro de cada uno de los hermanos que la conforman, como así también, aquellas virtudes, son volcadas con humildad y respeto, hacia toda la sociedad profana, con el objetivo y la meta establecidos en el mejoramiento de la vida en este, a veces, tan atormentado planeta.
Gracias a esta gran fraternidad universal, la cual, haciendo honor a todo su linaje histórico que carga sobre su espalda virtuosa, y que detallé en el comienzo de esta plancha, se han fundado, no solo países por medio de los procesos independentistas como el de nuestro país y revoluciones como lo fue la francesa, sino que también, instituciones humanitarias como la Cruz Roja, los Boy Scouts, el Rotary Club, el Club de Leones; además de dar al mundo, como ninguna otra institución lo ha hecho, incontables músicos, escritores, actores, escultores, científicos –de todas las variedades de ese saber–, políticos, militares, incontables Premios Nobel, docentes, y hermanos de las demás ramas del arte y de la ciencia, y que aquí he omitido por razones de tiempo y espacio; todos los anteriores, revestidos con la inextinguible y poderosa Luz masónica, cuyos personajes eran, son –y serán– portadores de una genialidad que ha trascendido –y trascenderá– sus propias existencias.
Y continuando con los innegables y trascendentes aportes de la masonería a este mundo, de la misma manera, podemos ver la indiscutible mano masónica en muchos otros ámbitos de nuestras vidas, como por ejemplo la constitución del estado laico para todos sus organismos administrativos, de seguridad, políticos y de enseñanza, en todos los niveles, consiguiendo con ello, igualdad, libertad de conciencia y de elección de las personas, respecto a su credo, el cual queda relegado naturalmente a un lugar totalmente fuera del estado. La laicidad, no solo se basa en el respeto a la pluralidad de pensamientos e ideologías de cada individuo en un estado soberano, sin imponer ninguna ideología o dogma que encadene mentalmente a las personas, sino que también, se dedica a lo que realmente le compete, y que es el conseguir que el estado se enfoque en el bienestar, –en todos los aspectos de la vida–, de los habitantes que yacen bajo sus normas.
Y como si lo anterior fuera poco, la masonería ha creado equipos de football como por ejemplo, River Plate, en nuestro país, y otros mas; además de haber fundado, ni mas ni menos, que las bases mismas de este deporte, constituyéndose todo lo relativo a las reglas del football, el 26 de octubre de 1863 era vulgar, a través de la English Football Asociation, en una reunión de masones, en la taberna Reina Elizabeth nº 11, en Londres.
Como vemos, y para finalizar, esta augusta y respetable institución, desde sus inquietantes inicios, ha podido esparcir su Luz a todos los que han pasado bajo su filosofía, por lo que, aquellos personajes, aquellos sucesos, aquellas antiguas civilizaciones y ordenes iniciáticas que la antecedieron, no vivieron ni sufrieron en vano, ya que pudieron trascender en conjunto, para forjar lo que hoy en día es la Masonería.
Nelson J. Ressio.
Nelson J. Ressio.
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