Estamos condenados como sociedad, si es que algunas mujeres necesitan mostrar sus senos de manera pública para sentirse libres, en lugar de mostrar lo que portan en sus mentes. Es más fácil mostrar lo externo que lo interno. Es más “llamativo y vivificante” mostrar que tienen un cierto y efímero poder ante el verdadero poder, en lugar de ser ellas mismas las que conformen el verdadero poder. En la sociedad actual, lo externo se ha vuelto lo más importante, mientras que lo interno, continúa en una creciente regresión, debido a que, el ser humano exteriorizado, no necesita ir a la batalla contra sus demonios internos, contra sus asperezas, contra su psique inconsciente, contra sus propios egos, porque los egos son poderosos, y si los enfrentas, es como si te enfrentaras contra una jauría de lobos, sobre un helado y nevoso bosque nocturno, en donde la luz de la Luna Llena, se refleja entre incontables y diminutos cristales de nieve, y donde el saldo final, es la propia infelicidad, y por ende, abandonar la batalla, es la primer opción que se elige, el primer reflejo o instinto de supervivencia contra los animales que pujan desde dentro de la psique, para que el escapar, el rendirse, el abandonar, sea una instintiva y espontánea reacción en contra de la fuerza que emana desde aquellos lobos... en contra de la fuerza que proviene desde aquellos Egos. En esta sociedad, en ciertos sectores de ella, las personas viven escapando de sus propios lobos, escapando del sufrimiento que proviene desde la internalización del Ser, evitando el sublime hecho de convertirse en Leones, para que, cuando llegue la hora de la batalla contra aquellos Egos, la densa nieve se tiña de rojo con la sangre de los poderosos lobos muertos, y de pequeñas gotas de sangre derramadas por el León... por ti; pero nunca morir, nunca escapar, nunca abandonar, porque las heridas de ese León sanarán, más los Lobos que hayan sobrevivido, desde lejos, desde las alturas nevadas, elevadas sobre el campo de batalla, observarán con precaución, que el enfrentarse a un León es una empresa inútil, porque, no importa cuantos sean los Lobos, no interesa cuantos sean los Egos, el León, el Individuo consciente, sabrá cómo y cuándo estar preparado. Mientras no te hayas convertido en Individuo, mientras no hayas logrado convertir lo inconsciente en pura consciencia, tus Lobos siempre ganarán la batalla, y continuarás escapando de ellos, seguirás siendo una persona exteriorizada, viviendo con miedo a tus propios demonios, huyendo de tus propios Egos, dejándolos en el mundo del Libre Albedrío interno, y con ello, no tendrás más cosas que mostrar, que tus senos. Y pensar que, una sola letra diferencia a la palabra Senos, de la palabra “Sesos”, pero mostrar estos últimos, lo que existe guardado en sus recovecos interiores, requiere la valentía de recorrer un largo, oscuro, pedregoso y acechante bosque helado, para luego llegar a convertirse en un Individuo, en un “Super Ser”, sufriendo intensamente durante el proceso, pero al final, habrás podido mirar y responder a la pregunta, ¿quién soy en realidad?; en cambio, al mostrar tus Senos, al gritar a los cuatro vientos que tienes el derecho y el poder de mostrarlos en donde te plazca, únicamente, lo que estás haciendo, es mostrar, es exteriorizar, tal como lo haces con tus Pechos, el resultado de todas tus batallas internas perdidas; es mostrar la imagen de todas las banderas blancas que has elevado ante tus Egos; es mostrar todas tus heridas sangrantes durante tus luchas por escapar de ti mismo/a y no así debido a la contienda, cuando lo que necesariamente debiste hacer, es enfrentarte a tus Lobos, encarnando a un León, o a una Leona; es mostrar todas las veces que no has luchado contra tu propia psique profunda; es mostrar todos los momentos en los que no has visualizado, con la frente en alto y los ojos bien abiertos, la superficie rojiza de la nieve ensangrentada, y los cuerpos muertos de tus propios Lobos, esparcidos y destrozados por la agudeza de tus poderosos colmillos y por el filo de tus propias garras de León; mientras desde arriba, la Luna, inerte, pero reflexiva, ilumina el escenario interno de tus noches tormentosas. ¡No!, sino te conviertes en un León, o en una Leona, no serás nada más que una simple oveja, sin dirección ni sentido, vendiendo tu carne, tu pelo y tu leche... a los “Lobos”... pero no a tus propios Lobos... no a tus Lobos internos, sino que... a los incontables Lobos que acechan desde afuera.
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