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12/02/2016

Evitando las utopías terrenales. Respecto de la dualidad, Luz-oscuridad, y del saber como encontrar un equilibrio entre ellas. La Luz es el único destino del ser humano.


El llevar a cabo el proceso que titula este artículo, nada mas y nada menos, nos conduce hacia la individuación del ser, hacia la concreción del "si mismo", es decir, cuando conseguimos valernos del hábito de hacer consciente lo inconsciente, como decía Carl Jung, estamos construyendo Unidad dentro de la inherente dualidad del ser humano. Esto, en temas, eminentemente instrospectivos, pero, cuando nos referimos a la conciencia colectiva, a esa huella de lo femenino y lo masculino, que todos los seres humanos portamos en la psique profunda, y me refiero, al Ánima y al Ánimus respectivamente, es allí donde se mantiene la oscuridad (dogma religioso por ejemplo), y que la mente colectiva todavía acarrea desde épocas inmemoriales.

Dicha oscuridad se corresponde con el conjunto de disvalores e inmoralidades que han llevado al Hombre, a vivir en diferentes épocas regresivas, en cuanto a la evolución humana, y que sin dicha oscuridad, dentro del inconsciente colectivo, sin ese poderoso dogma, que conlleva mucha fuerza mental, mucho poder psíquico, mucho proceso fisiológico cerebral, proceso que es desviado hacia mas oscuridad, mas dogma, en lugar de redirigír dichas energías mentales, hacia la Luz, hacia la Ciencia, la Virtud, la Justicia, el Trabajo, por lo que, obviamente, es inevitable el convivir con la oscuridad interior, introspectiva o intravertida, pero, en cuanto a la oscuridad proveniente desde la conciencia colectiva, esa mismísima oscuridad es pasible de eliminarla, ¿y como lo hacemos?, pues siendo Iluministas, tal como lo expreso también en estos dos artículos, yendo por el camino de la Ciencia, la Virtud, la Justicia, el Trabajo, el Humanismo Secular, la Empatía, etc., por todo ello, el ser humano, indefectiblemente, deberá ir reemplazando la huella oscura dejada por las asociaciones oscurantistas, que el ser humano ha sabido construir, y sabido mantener mediante dogmas nefastos y retardatarios, y marchar hacia la Luz, porque somos una civilización que no debe darse el lujo de aceptar a la oscuridad, porque, psicológicamente, estará aceptando que la mente humana, estará condicionada siempre, por el Sistema Límbico, por el inconsciente, lugar oscuro donde mora el Dogma Religioso (y otros dogmas y recuerdos reprimidos) y que no evolucionaremos para convertirnos en una civilización tipo I, para luego ser de Tipo II, y así sucesivamente, porque, a nivel cerebral, todavía tenemos simios y reptiles acechándonos, y que significan todo lo oscuro, las pasiones, los vicios, las pulsiones instintivas, que conforman lo que denominamos, oscuridad. 

Pero tenemos luego, al Homo Sapíens Sapiens, que se constituye como la Luz de la Razón. Cuando los simios y reptiles que llevamos dentro, es decir, aquellos Egos que desean dominarnos a cada instante, les damos permiso para que actúen sobre nosotros, estamos dejando que la oscuridad del Inconsciente prevalezca por sobre la Luz del Neocortex, por sobre la Luz de la Conciencia, pero, cuando conseguimos hacernos conscientes de aquellos simios y reptiles provenientes desde lo inconsciente, emergidos desde el Sistema Límbico, escapados desde el cerebro primitivo, cuando conseguimos hacer consciente todo lo proveninte desde allí, de la inconsciencia, conseguimos que la Luz de la Razón prevalezca, y cuantas mas personas, en este mundo, logren dominar sus egos (simios y reptiles del cerebro primitivo), la conciencia colectiva cambiará, será mas luminosa, estará mas alejada del Ánima y del Ánimus (en cuanto a sus partes negativas), será una mente colectiva mas pura, mas ligada a la ciencia, y mas separada del dogma. 

Indefectiblemente, la dualidad es inherente a todos y a todo, pero la Unidad debe prevalecer como la victoria por sobre la lucha entre la Luz y la oscuridad, entre las bajas pasiones y las virtudes, entre los simios y reptiles, y el Homo Sapiens Sapiens, entre el cerebro primitivo (primer y segundo nivel), y el cerebro que nos hace humanos (tercer nivel, es decir, el Neocortex).


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