En los cuatro evangelios que componen el Nuevo Testamento, los denominados, Evangelios Canónicos, se hallan muy escuetas descripciones respecto de María Magdalena, las que se tiñen de aparentes imprecisiones de todo tipo.
Y allí, es en donde surge un tema relacionado al oscurantismo, ejercido por mucho tiempo, y desde los propios inicios de la Iglesia Católica; porque la misma, nos ha impuesto una versión diferente a la que en la actualidad es la mas comúnmente aceptada, y además , esta última es la versión que se reviste de mas lógica y sentido común, mas allá del seguimiento histórico hecho a conciencia, respecto de la vida de María Magdalena.
En el Evangelio de San Lucas, María Magdalena está descrita como una de las varias mujeres que siguieron a Jesús, y que además, ella apoyó económicamente al Maestro, en todo el tiempo que duró su predicación.
El nombre María Magdalena, o bien, María de Magdala, proviene de Magdala, una pequeña población a orillas del mar de Galilea, de donde ella era originaria, y que acudió a Jesús, luego de haberse curado de una muy fuerte posesión diabólica, según dicen las siguientes palabras de la Biblia: “Le acompañaban los doce, y algunas otras mujeres que habían sido curadas de la posesión de espíritus malignos; María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios…”.
Tanto Marcos, Mateo y Juan, escribieron su presencia en el momento justo de la crucifixión de Jesús, además de que los cuatro evangelios coinciden en colocarla junto a otras mujeres en el glorioso momento de la resurrección, y es ella misma, María Magdalena, la que le informa a Pedro y a los demás Apóstoles, de que Jesús, ahora era Jesucristo, que había resucitado. De todos modos, según detallan las Cartas del apóstol Pablo, -epístolas éstas, anteriores a los propios evangelios-, es el propio Pedro la primer persona en ver a Cristo resucitado.
Incluso, a María Magdalena se la ha confundido con otras mujeres dentro de la propia iglesia, según lo que se describe en el Nuevo Testamento; por lo que podría llegar a ser la adúltera que Jesús Salva de la lapidación, basándose de aquella muy conocida frase: “Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”, hecho éste, relatado por el apóstol Lucas en sus escritos. Por otro lado, se la ha confundido también con la mujer que unge los pies del Maestro Jesús, por medio de perfumes contenidos en un jarrón de alabastro, aplicados estos por medio de la utilización de sus propios cabellos; y este evento, el de la unción de los pies de Jesús, es narrado en los tres evangelios sinópticos, los que son denominados de esa manera debido a una mayor cantidad de coincidencias en sus respectivos contenidos, aunque, mientras el apóstol Lucas sitúa dicho evento en el hogar de un fariseo, los apóstoles Marcos y Mateo describen el evento de la unción, en la casa de Betania, en la casa del llamado Simón el Leproso, y de aquí se desprende una gran cuestión, respecto del lugar de vivencia de Simón el Leproso, y es que, María Magdalena podría haber sido María de Betania, la hermana de aquel hombre que Jesús resucitó entre los muertos por medio de las siguientes palabras: “Lázaro, levántate y camina”. Entonces, ¿podría haber sido la hermana de Lazaro, la llamada María de Betánia, la que hoy llamamos María Magdalena?
En las muchas menciones que realiza el Nuevo Testamento, respecto de María Magdalena, los detalles que se arrojan al respecto no llegan a ser lo suficientemente explícitos como para obtener una conclusión fehaciente de la verdadera identidad de María Magdalena, y ni siquiera, se llega a mencionar el supuesto apoyo económico que ésta le pudo haber ofrecido a Jesús para poder ejercer su predicación. Ni tampoco se tiene conocimiento, si antes de que conociera a Jesús, María Magdalena tuvo -o no- un marido, y además, no existen datos suficientes para tratar de inferir qué edad tenía María Magdalena, es decir, si en el tiempo que conoció a Jesús, era una mujer de edad similar a la del Maestro o no. Y hasta podríamos decir que no existe referencia alguna en relación a su aspecto físico, todo esto, en respecto del Nuevo Testamento por supuesto, sin olvidar de que existen otros evangelios, los llamados Evangelios Apócrifos, los cuales constituyen los escritos que la iglesia de Constantino, -es decir, la Iglesia Católica-, no incluyó como parte oficial dentro del Nuevo Testamento; y porque este hecho haya sucedido de esa manera, no quiere decir que los llamados Evangelios Apócrifos sean erróneos o no representen otras verdades históricas, ya que existe el Evangelio de Judas, el Evangelio de la propia María Magdalena, y otros mas, todos ellos, no aceptados por la iglesia católica para su inclusión en el Nuevo Testamento.
Como sabemos, el que los evangelios se escribieran, aproximadamente, unos 90 años después de los hechos, es lógico tener en cuenta la posibilidad de que aquellos eventos contrastados con lo escrito en dichos evangelios, no sean del todo exactos, debido a que en aquel tiempo la transmisión del conocimiento era mas bien de boca en boca, y no escrito. Entonces, y posiblemente de esta manera, se pudo haber armado una gran leyenda alrededor de la persona de María Magdalena, debido a que todas las mujeres que se describen en los escritos canónicos, podrían llegar a ser versiones de una sola mujer, es decir que todas las historias y vivencias de diferentes mujeres dentro del Nuevo Testamento, podrían tener relación, de manera oculta, con la persona de María Magdalena, como un fiel modelo de la prostituta arrepentida, de esa pecadora que necesita redimir sus pecados.
Y Justamente, este tipo de arrepentimiento y de necesidades de redención de parte de las mujeres de aquellas épocas; -épocas de epidemias y de guerras de todo tipo, y de gran cantidad de mujeres en las calles-; entonces, dicha necesidad redentora pudo haber sido un evento muy común, y también, como para tener en cuenta a la hora de intentar unir la mayor cantidad de piezas sueltas al respecto.
Y debido a lo anteriormente descrito, de alguna manera se fijó en el dogma católico, un gran y poderoso tabú que sería escrito con fuego en las psiques de los fieles de aquel tiempo y hasta los de hoy en día. Dicho tabú es el de la sexualidad, reafirmándose con ello, la alienacion femenina con una innegable repercusión hacia todos los puntos cardinales del globo y que perdura hasta nuestros días.
Por lo tanto, María Magdalena, la supuesta pecadora redimida, ya tenía un papel asignado, quizás por la imposición y por la decisión de tergiversar su verdadera participación en la vida de Jesucristo, mas que por el hecho de querer representar una verdad histórica. Este papel de la pecadora que obtuvo su redención, se esparció por toda Europa durante la Edad Media e inspiró innumerables manifestaciones de devoción hacia ella.
El apelativo de Penitente y su identificación directa con la prostitución fue retirado por el calendario litúrgico en el año 1969 pero dicho adjetivo hacia María Magdalena, continuó hasta nuestros días.
Y retornando a los evangelios apócrifos que nombré antes, es decir, a aquellos escritos que no fueron incluidos oficialmente por Constantino y sus sucesores, dentro del Nuevo Testamento, debido a una supuesta idea de que aquellos van en contra de la divinidad de Jesús y por ende, de la divinidad de la Santa Trinidad; podemos decir que, en los textos Coptos-Gnosticos, encontrados en Nag Hamadi, en Egipto, en 1945, se le asigna a María Magdalena, la característica de un apóstol más entre los doce, indicándose además, de que fue la compañera de Jesús.
En el evangelio de Tomas, María Magdalena es una de las 6 -y no 12- apóstoles, mientras que el diálogo Gnóstico del Salvador, la describe como “la mujer que comprende todas las cosas”, la que es la portadora y transmisora de los secretos de Jesucristo.
Y también en Egipto aparecieron, en el año 1896, varios fragmentos de un texto escrito alrededor del siglo segundo, texto que se lo conoce más como el Evangelio de María Magdalena, que si bien algunos atribuyen la autoría al apóstol Juan, muchos especulan que fue escrito de parte del puño y letra de María Magdalena. Es un texto, que en épocas de las supuestas herejías, el catolicismo lo hubiera considerado como un texto hereje, y por ende, imposible de incluirlo entre los evangelios del Nuevo Testamento, y justamente, ese texto que posiblemente haya escrito María Magdalena, es un texto basado en la corriente de pensamiento denominada Gnosticismo, la cual es una manera mas, de interpretar al cristianismo, siendo muy popular en los primeros siglos de nuestra era, y que buscaba la salvación, -que es esa manera de liberarse de una condición indeseable-, por medio del autoconocimiento, mas no así, por medio de la Fe siega hacia un ser superior con forma humana, invisible e incognoscible.
En concreto, María Magdalena habría sido toda una representación del Gnosticismo y una persona que lo sabía transmitir con liderazgo hacia los cristianos, además de proponer una estructura eclesiástica y social, fundamentada en un papel mucho mas relevante de la mujer, que lo que ha hecho el catolicismo, quien ha ido siempre en contra de la figura de la mujer en el ámbito eclesiástico, y por ende, extendido hacia la vida de los fieles. María Magdalena pudo haber sabido resaltar y reforzar el papel de la mujer en todos los sentidos en las que actuaban, inclusive, en los manuscritos del Mar Muerto, descubiertos en el año 1947, se describen analogías con el gnosticismo de María Magdalena, incluso, en ella estarían establecidos los principios de espiritualidad con uno mismo, individual, y con la absoluta igualdad de la mujer con respecto al hombre, algo totalmente desaprobado por la iglesia católica de aquellos tiempos, y podría decir que, hasta no muy atrás en el tiempo, dicha iglesia todavía mantenía dicha postura discriminatoria hacia la mujer.
De todos modos, la constante represión de parte del clero ultra dogmático del catolicismo, fue tan fuerte, que la corriente gnóstica y de autoconocimiento que profesaba María Magdalena, fue aplastada por el dogma católico, el cual apunta hacia una Fe ciega, hacia una creencia de una espiritualidad exotérica, es decir, externa, hacia un dios que se encuentra fuera de nosotros, por sobre la espiritualidad esotérica, que se corresponde con la corriente gnóstica profesada por aquella enigmática compañera de Jesús.
Y como consecuencia, la figura de María Magdalena se ha convertido en un icono de la lucha de sexos dentro de la Iglesia Católica.
Pese a todo ello, según el monje Jacobus de Vorágine, publicó en el año 1275, la Leyenda Dorada, el cual narra entre sus líneas, que la compañera de Jesús, María Magdalena, en su huida junto a la madre de Jesús, María, y junto al apóstol Juan, hacia las costas mediterráneas de Francia, habría emprendido la evangelización de Provenza, finalizando sus días en un retiro espiritual, en una cueva, como una especie de penitencia, retiro que le llevó sus últimos 30 años de vida, y luego de mucho tiempo desde su fallecimiento, en el año 771 sus restos habrían sido trasladados, según lo que dice este monje, a la abadía de Vézelay,en Borgoña, en donde, obviamente, se inició el culto a la Santa, objeto de incontables peregrinaciones desde el siglo XI.
Luego de mucho tiempo, en el siglo XIII, justamente, dentro de la supuesta cueva en donde hizo su penitencia la compañera de Cristo, se hallaron huesos humanos que hicieron suponer a los devotos, que eran los de María Magdalena, y justo allí se construyó un monasterio al estilo gótico, el cual conserva lo que sería el cráneo de María Magdalena, porque el resto de sus huesos se perdieron por diversas profanaciones, en la llamada Revolución Francesa.
Y como si todo esto fuera poco, mucha bibliografía al respecto, colocan a María Magdalena, como siendo el propio Santo Grial, el secreto Templario por excelencia, y que finalmente sería la propia descendencia de Jesucristo, es decir que, existiría un linaje con sangre de Cristo y de María Magdalena, hasta hoy en día, linaje muy bien preservado por sus eternos custodios, los Caballeros Templarios. Y dicho linaje real, habría partido de las dos hijas del amor entre Jesús y María, llamadas Sarah y Sophia, respectivamente, y que una de las cuales, posiblemente sería la que el genial Leonardo Da Vinci, -un supuesto miembro del Priorato de Sión-, dejó plasmada en su icónica Pintura, La Última Cena, justo sobre el hombro de quien vendría a ser el apóstol Judas.
A partir de los hijos de Jesús y María Magdalena, se crearía la llamada Dinastía de los Merovingios.
Pero la redención de María, tenía que llegar. Y llegó merecidamente en el año 1988, cuando el papa Juan Pablo II la denominó como “apóstol de apóstoles”, pasando a ser un importante icono de la necesidad constante que debe tener el catolicismo, en cuanto a la revisión de sus dogmas carcelarios, y su necesidad de una tendencia hacia aquel Gnosticismo y el autoconocimiento que María Magdalena pregonaba en sus épocas de compañera de Jesucristo. Es decir, queridos exploradores de enigmas, la Iglesia Católica tiene una gran oportunidad en sus manos, y es la de adaptar sus dogmas retrógrados y cavernarios, hacia un claro gnosticismo, es decir, a que los fieles sepan que van a encontrar a Jesús, dentro de ellos mismos, tal como Jesús lo decía, que el Reino de los Cielos, se encuentra en cada uno de vosotros, es decir que nosotros mismos somos los que debemos encontrar a Jesús, o al profeta de la religión que sea, dentro de nosotros mismos, esotéricamente, y no exotéricamente, mirando dentro nuestro, transmutando nuestras asperezas conductuales que provienen desde lo profundo del inconsciente, desde nuestros egos, en virtudes, porque el progreso colectivo no se dará nunca, si no comenzamos a progresar individualmente, por nosotros mismos, entendiéndonos para luego comprender a los demás.
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