Capítulo 15.
Solo oscuridad y silencio absolutos… aunque, con un tono muy grave, el sonido del palpitar de su corazón, se asemeja a una infernal técnica de tortura constante… únicamente la respiración aplaca el interminable retumbar de los latidos… sístoles y diástoles ininterrumpidos ganando terreno psicológico… la razón esta sucumbiendo a merced de una fuerza siniestra… soledad… incertidumbre… impotencia… perplejidad… dolor… mucho dolor… frío… entumecimiento. Una cuerda hecha de fibras naturales muy gruesa, aprieta con fuerza sus muñecas detrás del respaldar de la silla metálica en la que él se encuentra sentado, la cuerda que parte de ambas manos ligadas, cruza por detrás y por debajo del asiento para terminar en los tobillos, hacia el frente de la silla. Mas y mas dolor… los tobillos, al igual que sus manos, se unen apretadamente por intermedio de la misma cuerda en su punta opuesta… inmovilidad… calambres… tristeza… el ser de razón… inmaterial, está sucumbiendo bajo el ser de carne y hueso… el material.
Su cara y su cuerpo padecieron la ira de Melek Taws. Este atormentado ser, percibe como un extraño líquido se derrama desde una de sus cejas, cruzando por su ojo derecho y prosiguiendo hacia abajo por sobre las mejillas maltratadas y sudadas, para terminar depositándose en su pecho golpeado y en su estómago doliente... ¿sangre?
Héctor Ayala se encuentra sufriendo el peor maltrato que una persona puede soportar, confinado en una habitación de concreto, de unos treinta metros cuadrados de superficie. En el medio de esta, se sitúan una silla metálica empotrada al piso, también de concreto, y una mesa confeccionada con un metal muy reforzado y brillante, y con la inmovilidad equivalente al mismísimo asiento, se afianza en el suelo impenetrable mediante sus patas anchas y gruesas. En lo alto, a casi cinco metros, seis reflectores alójenos miran difusamente hacia las paredes y el techo. El reflejo enérgico de las lámparas apuntando sobre el concreto muy blanco, a partir de la mitad de cada pared y en todo el techo, generan una gran y espléndida difusión fotónica en el ciento por ciento de la sala… pero esas luces… hoy están apagadas… Héctor continúa con su calvario… sumido en una oscuridad total y absoluta.
Pero eso ya esta por cambiar. Unos pasos firmes y pesados se oyen del otro lado de la puerta de hierro. Un acercamiento muy rápido de esos movimientos, en dirección a la puerta, es captado por Héctor –¡otra vez no!… ¡por el amor de Dios!– piensa Héctor utilizando lo que le queda de razón. Los pasos se detienen y dos sombras obstruyen la poca luz que ingresa por la base y desde el otro lado de la puerta. Se escuchan tintineos agudos de las que parecen ser llaves. Inmediatamente que el ruido a llaves disminuye, Héctor escucha como es insertado en la puerta un objeto metálico, para luego percibir claramente dos veces su giro dentro de la cerradura. Al instante siguiente, escucha un molesto sonido de arrastre, como si fuera un gran pasador, rechinando dolorosamente, gracias a los aparentes intentos de desplazamientos del mismo, en dirección hacia el centro de la puerta. Tal cual lo percibió Héctor, ese rechinar al fin terminó, lo que permitió que se colara un recuadro de luz, del tamaño de la puerta, aumentando cada vez mas, hasta que la iluminación del pasillo exterior inundó la sala, y encegueció al prisionero por unos momentos. Cuando la vista de Héctor se pudo adaptar a la luz, vio una figura esbelta y ensombrecida por el contraste, parada justo debajo del marco de la puerta… inmóvil… dirigiendo lo que parece ser, una mirada letal hacia su cautivo.
–Es hora de hablar mi querido Héctor, ya has sufrido demasiado, y matarte no me dejará seguir jugando –le dice una voz crepitante desde la figura humana que todavía se encuentra inmóvil en la entrada.
–Por favor… ¿que te he hecho yo para que me hagas esto? –le contesta Héctor con un tono de voz muy apagado y triste.
–Absolutamente nada… no me has hecho… nada, solo son negocios… para mí –le respondió muy sonriente, la figura que todavía se encuentra bajo el marco de la puerta.
–Y veo que el producto comerciable soy yo… pero… ¡ya te dije que no tengo lo que buscas! –vociferó Héctor con un tono de sollozo en sus palabras.
–Reconozco que eres muy fuerte… eso es una de las pocas virtudes que valoro en mis… víctimas… ¡siéntete alagado Héctor! –ironizó el verdugo.
–¡Púdrete!, veo que tu alma ya está en el maldito infierno… y… ¿quieres que te diga qué mas veo en ti?... veo que tu ser se ha despojado de su alma… hace… hace mucho tiempo… eso… eso es exactamente lo que me da fuerzas… porque aunque tu cuerpo esté vivo… estas muerto por dentro… y… ¡y lo sabes muy bien!... se que lo sabes –le clamó Héctor con mucha valentía, sabiendo que le vendrían mas golpes y torturas por delante.
–Ah… eres… muy… valiente, al decirme eso… no creas que podrás dominar mi mente –le expuso al atormentado Héctor.
–¡Tu no tienes mente!... ¡¿no te das cuenta que eres un simple animal encerrado de por vida en un cuerpo humano?! –agregó el miembro de ANNON como autoaplicándose una técnica para aumentar su nivel de adrenalina. Con esto logra enfrentar con mucha mejor predisposición los tormentos que le seguirán pronto.
–¡Maldito engendro del demonio!... ¡¿que te pasó cuando eras pequeño?! –prosiguió Héctor gritándole con mucha fuerza. Parecía que esas fuerzas le retornaban a su cuerpo por arte de magia… o de un ser superior.
–Ah… me siento muy alagado “querido amigo”… con todo lo que me dices, reafirmas mucho más mi condición superior a la humana –respondió Melek enalteciendo su ego cada vez mas y siempre desde la puerta, disfrutando el verlo sufrir en cuerpo y alma.
–¡Sabes que… maldito!... te tengo mucha lástima… porque… porque me pongo en el lugar del niño humano que alguna vez fuiste… y el único sentimiento que siento, es el de ir corriendo a rescatarte de lo que sea que te haya transformado en lo que eres hoy, y… y, traerte a mi lado… quien quiera que sea el que te ha convertido en… en… ¡en esto!... merece la peor de las condenas humanas y divinas –le dijo Héctor desde lo mas hondo de su corazón.
Melek, al instante siguiente de que escuchó la expresión de lástima y a la vez de tristeza, de la boca de su prisionero… hizo una gran pausa… inmóvil desde la puerta. Solo después de unos minutos, como si se quedara pensando sobre lo escuchado, comenzó a levantar su brazo derecho hacia la pared, a mitad del marco de la puerta. Con un clic que retumbó en toda la habitación de concreto, las potentes luces difusas del techo hicieron que los dos personajes entrecerraran sus ojos en respuesta a sus actos reflejos. Habían pasado un rato hablando casi en penumbras.
–¡No!… no me conmueves Héctor Ayala, tu extraña compasión… esa gran misericordia que demuestras tener, te hace frágil y débil –respondió Melek casi rozando con el susurro.
Cuando Héctor se recuperó de sus ojos enceguecidos momentáneamente por la potente luz difusa del techo, dirigió un vistazo parpadeante hacia la monstruosa figura de Melek Taws, quien lo estaba mirando fríamente y sin dar un solo parpadeo, mostrando sus grandes ojos muertos y negros, empotrados en una cara de tez muy blanca con facciones huesudas y bastante simétricas. Melek, luego de sus palabras, y en el otro lado de la mesa, mira al cautivo de una manera penetrante.
–¿Que me vas a hacer Melek?… ¡que!... ¿vas a matarme?... ya te dije una y mil veces que no obtendrás lo que buscas… el poder ya no está en mi –y antes que continuara hablando, Melek se interpuso.
–Si, lo se, lo tiene Susana Palacios… ¿no Héctor? –le inquirió levemente sabiendo lo que ello significa para el detenido.
A Héctor nuevamente se le aflojó todo el cuerpo y sus ojos miraron con una expresión de odio y frustración hacia Melek. La boca entreabierta y en combinación con un estado de perplejidad ejerció en Héctor un efecto de enmudecimiento temporal. No pudo responder una sola palabra.
–Solo debes decirme como detener a los que quieren parar con el accionar del virus que encontraste, al que le realizaste ingeniería inversa… y… y quedarás… libre como un pájaro –propuso Melek.
–¿Crees que soy estúpido Melek?... ¡¡¡maldito hijo del demonio!!!... y te digo mas Taws, así como me entristeció pensar en tu sufrimiento pasado, puedo pensar de la misma manera, pero deleitándome con tu desconsuelo futuro… serás atormentado gracias a tus propios pensamientos y sucumbirás ante tu misma ira contenida, no podrás sobrevivir ni a ti mismo, sin importar lo que le hagas a los demás… ¿piensas que eres eterno Melek?... ¡eh!... la eternidad solo es para los puros de mente y de corazón –Inquirió con mucha fuerza y tono de desprecio hacia su captor.
–Y, ¿qué es ser puro de mente y de corazón Héctor?... ¿tu piensas que una deidad omnipresente y omnisciente vendrá volando y te sacará de aquí?... la eternidad que dices… ¿pretendes que también sea para ti?... ajajá… lo único que veo en tu ser… –dice Melek mientras se encorva levemente hacia delante, apoyando sus dos manos sobre la mesa y asestándole una mirada filosa y penetrante directamente a los ojos de Héctor– es rabia, ira, odio… a eso no lo veo muy puro que digamos mi “triste amigo”… tu también podrás sucumbir ante ti mismo… cada momento en el que te ofrezco mi “amable visita” siento como el odio y el temor se amplifican en tu corazón y en tu mente... y es mas, cada minuto que pasas encerrado en este lugar, te estas pareciendo… a mí, Héctor… ¿no te has dado cuenta?... ya somos carne y uña… hasta podrías trabajar conmigo… ¡piénsalo! –continuó diciéndole Melek, como una manera de ejercer una tortura psicológica, además de la física.
–Tienes razón Melek… esos sentimientos oscuros, y que ahora los percibes en mí, son muy reales… ¡muy reales!… lo acepto… pe… ¿pero no percibes la diferencia que hay entre tu y yo?... ¡¿no has caído todavía?!... ¿tu crees que esos sentimientos en mi, son absolutos?... ¡son relativos Melek Taws!... mi odio, ira y temor son pura y exclusivamente dirigidos hacia ti… tu, en cambio, odias a todo el mundo, ¡tus sentimientos son absolutos!… ¿ahora, percibes la diferencia entre tu y yo?... tu odio absolutista te convierte en un monstruo… mi odio relativista me convierte… bueno… en lo que soy, un ser humano normal, y con falencias… ¡pero normal al fin y al cabo! –terminó diciéndole Héctor estimulado por un aluvión de adrenalina en su sangre.
Cuando Melek terminó de escuchar a su apresado, entendió las diferencias; por lo que dejó de estar apoyado en la mesa, se enderezó rápidamente y con una verdadera expresión de furia contenida, y sus puños fuertemente cerrados, le comenzaron a hacer ver a Héctor, lo que estaba por recibir. El desalmado personaje, no pudo contra el espíritu puro y limpio del activista de ANNON, con lo que Melek procedió a caminar alrededor de la mesa, sin apartar la mirada hiriente sobre su presa, hasta que después de ciento ochenta grados de recorrido semicircular, hicieron que se encuentre detenido justamente a un costado de Héctor Ayala. El demonio se encorvó sobre él, colocó las manos en la parte superior de sus propias rodillas, luego acercó los labios al ensangrentado oído, de esa sufriente presa humana, y le susurró lo siguiente por medio de su voz muy particular, la cual, siempre parece provenir desde el inframundo:
–No juegues conmigo… maldito… si fuera por mí, ya serías comida para los peces del río de aquí al lado –le susurró a Héctor, a lo que este le manifestó sin vacilar:
–¡No veo las horas!… y hasta tu… demonio de cuarta... te has dado cuenta… hasta tu te diste cuenta, de que le seré mas útil a los peces, que a ti… no lograrás sacar nada de mi… ¡nada!… y te digo algo ¡engendro!, cuando estés por morir, después de que hayamos exterminado a, ¡tu querido virus!... veré con mis propios ojos como te retuerces en el lecho de tu muerte… y pensaré en como los ángeles del demonio se llevan tu alma oscura directamente hacia un sufrimiento eterno –le dijo el activista de ANNON por medio de un tono de voz, irreconocible en él, y observándolo de costado, ya que todavía el maleante se encontraba con su cabeza pegada a la de él.
Sin dudarlo un segundo, y sin pronunciar palabra alguna, Melek Taws, valiéndose de su propia cabeza, la separó unos centímetros en dirección contraria a la de Héctor, solamente para tomar impulso, y después, con una fuerza sobrehumana le propinó un cabezazo muy dolorido, justo en la sien de ese hombre atormentado.
Héctor quedó inconsciente. Noqueado. Su cabeza ahora cuelga hacia abajo, y su pera se apoya sobre su pecho ensangrentado. Todo es oscuridad y dolor.
Melek Taws se reincorpora, lo mira de reojo hacia abajo, y se marcha directamente hacia la salida, junto con apagar las luces y cerrando la puerta de acero, como expresando su enojo por medio de un estremecedor portazo de rabia e impotencia, ya que no lo debe asesinar por órdenes explícitas de la oscura persona que lo contrató. Héctor ha logrado sacarlo de las casillas.
Nuevamente… oscuridad, y silencio… un silencio… ensordecedor.
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