Hoy en día, muchos recordamos al emperador Nerón como un ser que decidía quien vivía y quien moría en las arenas sangrientas del Coliseo Romano. Desde su cómoda visión superior, desde sus aposentos cubiertos de lujos y rosas, Nerón observaba, en silencio, el transcurrir de los "juegos" romanos, aquellos juegos en los que muchas personas morían, únicamente para divertir a un pueblo ignorante y a un psicópata emperador.
En el llano se encontraba la ruidosa y sangrienta pelea, y en lo alto, la apacible y cómoda estancia del emperador. Abajo se desataba un infierno, pero en lo alto, era un paraíso para Nerón y sus súbditos.
Pues, así como en su tiempo fue Nerón, hoy en día también podemos hallar algún que otro Nerón en el lugar menos esperado; y lo veremos observando en silencio, -mientras degusta una redonda y dulce uva morada-, los tristes eventos en que las personas que se encuentran bajo su responsabilidad y bajo sus órdenes, se destrozan los unos a los otros; lo veremos al Nerón del Siglo XXI, con sus ojos puestos sobre aquellos que luchan por su supervivencia moral y espiritual; lo veremos con sus ojos puestos sobre aquellos que intentan hacer comprender que los que están equivocados, a veces son los que se encuentran arriba, son los que se encuentran en las tribunas, son los que se visten de Nerón, son los que duermen -desde que nacieron- sobre cómodas camas de algodones rozados, son aquellos que no conocen lo que es estar en las arenas, y peor aun, debajo de ellas, y mas profundo a veces, porque siempre han surcado sus vidas muy lejos de las arenas de la desolación y del sufrimiento, y por ello, se dan el lujo -uno mas- de emitir juicios y vociferar órdenes, desde el silencio y desde un rincón, basados enteramente en sus subjetividades, totalmente desprovistas de las innegables enseñanzas que reciben aquellos que están en la arena y que se encuentran al borde de un cierto peligro, debido al importante hecho, -muchas veces inevitable y hasta necesario-, de haber transitado sobre las arenas de la desesperación y de la incertidumbre.
Cada uno de aquellos que se cree el Nerón del siglo XXI, extiende su brazo cubierto de un terciopelo blanco, solo para enjuiciar, -por medio de su nefasto pulgar hacia arriba o hacia abajo-, a cualquier persona que se encuentre allá, en el fondo, muy abajo, sobre las arenas calientes de las pasiones humanas, sin haber caminado ellos mismos, -aquellos emperadores del Siglo XXI-, por iguales arenas, el suficiente tiempo como para que el enjuiciamiento que emane de estos, se encuentre revestido de una imparcialidad tal, de que los que todavía se hallen en el fondo, puedan revertir rápidamente su situación.
Las comodidades innatas y que son "perseculo seculorum", convierten al Hombre de hoy en día, -Hombre que tiene cierto poder sobre los demás-, en un Nerón del Siglo XXI, auto-encomendado a decidir quien vive y quien muere, quien sigue y quien queda, quien es el "correcto" y quien no lo es, quien opina y quien no, de qué se opina y de qué no.
Las personas de poder, deben ser personas que han surcado las arenas del sufrimiento y que han podido salir de ellas por sus propios medios, que han descendido a lo mas profundo del infierno y han logrado crecer interiormente de tal manera, que al elevarse, el beneficio sea colectivo, y no individual. El Nerón del Siglo XXI solo se beneficia a si mismo, porque no conoce el infierno... el verdadero infierno... y por ende, no comprende el beneficio colectivo, sino que, mas bien, entiende al beneficio, como una comunión de sufrimientos de los demás, en Aras de alimentar su individualismo.
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