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26/02/2014


El alma, una de las más grandes incógnitas desde que el ser humano tiene uso de razón. ¿Que es el alma? En un intento por responder a esta pregunta desde un punto de vista científico, he llegado a la conclusión detallada en este link. Pero, mas allá de lo que en dicho artículo explico, o sea, mas allá de que podemos concebir la existencia espacio-temporal del alma -y del cuerpo-, gracias al entrelazamiento cuántico, -explicado también en dicha publicación-, voy a pensar en otro punto de vista para concebir la existencia del alma, es decir que voy a entenderla desde un punto de vista basado en la transitividad Causa-Efecto.

Pensemos. Como absolutamente nada es increado en el universo, nada existe por si mismo, nada se manifiesta sin tener un génesis, nada, absolutamente nada en el universo pasa desapercibido ante los ojos de la creación, aquella transitividad de la que hablaba mas arriba, es pasible de que ocurra una y otra vez sobre todo objeto compuesto por energía o por la aglutinación de ésta en lo que se le ha dado en llamar: materia.

Dicha transitividad, merece nuestra atención, debido a que, como recién expliqué, respecto de que nada es increado, todo ente creador es el génesis de algo más que le sucede (y creado por lo que lo precede), es decir, si nos remontamos a la teoría del origen del universo, el infinito, frío y oscuro, repleto de Cuerdas o Branas, fue el creador de la Sopa Primordial, una viscosidad plasmática repleta de partículas esenciales, denominadas Quarks y Leptones, las que a su vez crearon otras partículas mas complejas denominadas Protónes y Electrones, que a su vez crearon los Fotónes (partículas de Luz), para pasar luego a la creación de los átomos, y así sucesivamente, en un constante colisionar a la velocidad de la Luz, aquellas partículas esenciales y primordiales dieron un gran paso genético, hacia la creación de la materia, y por consiguiente, hacia todo lo que percibimos con nuestros sentidos (y a veces algo más) como seres resultantes de aquella creación primaria. Por tales innegables ejemplos, a la vista de todos, nada es increado y todo es creador de algo más. El Universo... nuestro Universo... tiene como principio fundamental para que sea lo que hoy es, el de ser creativo, desde la Gran Causa primigenia hasta cada uno de sus efectos... y por ende nosotros, la Humanidad. Esa creatividad es transitiva desde el mismísimo comienzo de todo... y del Todo. Y el Todo nos lo ha legado como una manera de que la creación no haya sido en vano, sino que se mantenga por toda la eternidad. Todo lo creado, también tiene el sello de la creación y por ende es creativo... es creador. Esa transitividad que nos viene desde que se hizo la Luz, también es nuestra.

Pero, no solo somos creadores a través de nuestros pensamientos y de nuestros actos en respuesta a aquellos, sino que también somos los creadores de nosotros mismos, somos los que moldeamos nuestra realidad externa, pero también somos los creadores de nuestra realidad interna. Aquella transitividad es la que nos lo ha ordenado por simple naturaleza evolutiva.

Ahora bien, respecto de nuestra realidad interna, -ya que de la externa, en mayor o menor medida, todos tenemos una buena idea de como crearla-, nos iremos refiriendo a lo que mencioné al principio, y que, por supuesto, es la razón de ser de esta publicación. El Alma, ese concepto milenario, acuñado por muchas religiones de todas partes del mundo, ese Alma, esa posible substancia que nos hace ser lo que somos, debido a que cuando nacemos, o cuando morimos, el Alma aparenta no estar presente, o al menos, no estar conformada o aglutinada como un Ser dentro de nuestra existencia, con lo cual, la idea de que el Alma es creada por cada uno de nosotros, -gracias a aquella transitividad proveniente desde la Creación-, es la idea que más me convence a la hora de tratar de quitar el velo de uno de los enigmas mas grandes que la humanidad tenga memoria.

Entonces, como efectos Creadores que somos, con todas las de la ley, provenientes desde la Causa Creadora primigenia, y aunque nacemos sin un Alma definida y sin cohesión entitativa, es decir, sin un orden que le dé su razón de ser a este proto-Ser dentro de nuestro interior, dentro de nuestra psique; en el transcurso de nuestra existencia física, dependerá de nosotros, si respetamos aquella transitividad, para ser los creadores de nuestra Alma. Pero, ¿como hacemos para crear nuestra Alma sabiendo a ciencia cierta que somos innegables creadores por herencia? Y la respuesta se encuentra guardada dentro de cada uno de nosotros, como el mayor de los secretos que la humanidad ha poseído jamás. Y los únicos que sabremos y que podremos descubrir la manera justa de transmutar aquel proto-Ser, sin entidad definida, en un verdadero Ser, incorpóreo, inmaterial, trascendental, energético, entitativo, y siempre receptivo a que le demos existencia por medio del poder de crear... somos cada uno de nosotros.

De la misma manera de que somos artífices de nuestro propio destino, y como tal, el destino es meramente externo a nuestra existencia corpórea, también somos los artífices, los creadores de nuestro interior incorpóreo y psíquico... es decir, que somos los creadores de nuestra Alma (o nuestro Alma).

¡¿Pero, como creamos el Alma para que, luego de nuestra muerte, ésta trascienda por sobre nuestra propia y corta existencia corporal?! Ni mas ni menos que con la inherente manera de pensar de la que todos somos acreedores. No existe otra vía de modificar nuestro interior, de transformar aquel proto-Ser en nuestra Alma a futuro, que por la acción creadora de nuestros pensamientos, y durante todo el transcurso de nuestra vida. El pensamiento es, en esencia, lo mismo que aquella sopa primigenia creando nuestro universo, es decir que, si nosotros pensamos en ser creativos, interna y externamente, estaremos imitando la gran mente del Todo, estaremos jugando, con todo derecho, a ser dioses, estaremos siendo artífices de nuestra propia trascendencia, es decir que, estaremos preparando y definiendo a aquel proto-Ser, para que luego de nuestros años dedicados a ser creadores, el nuevo Ser inmaterial, transmutado por nosotros a partir del proto-Ser, y residente dentro de nuestra psique, nos trascienda como una unidad homogénea, cohesionada y con entidad propia, capaz de formar parte de una mente -o Alma- aún mas grande... de un Alma o Mente Universal.

Pero, retornemos a la idea y a la pregunta central de esta publicación, y que es, ¿de que metodología o procedimientos, provenientes del pensamiento, nos valemos para crear nuestra Alma? ¿Como creamos un nuevo Ser dentro nuestro, para que éste nos trascienda en el momento de dejar nuestro envoltorio material? ¿Que herramientas utilizamos para ser Creadores de nuestro interior?

Y las respuestas a esas tan difíciles preguntas, -debido a su relación con el tema tratado aquí-, van en dirección y sentido perfectos a un solo concepto: autoconocimiento. Por intermedio de éste concepto, tan necesario en la humanidad actual, tendremos la posibilidad de crear nuestra Alma, pero, ¿en que consiste el mencionado concepto de conocernos a nosotros mismos? ¿De que manera lo fragmentamos en varias actividades, para que las podamos llevar a cavo fácilmente? 

Pues, las actividades aplicadas para nosotros mismos, -y por nosotros mismos-, que tenemos que llevar a buen puerto, para ser los creadores efectivos de nuestra Alma, de nuestra trascendencia, de nuestra inmortalidad, desde mi punto de vista, son las siguientes:

En primer lugar, debemos llevar una vida de intraversión, es decir que debemos estar permanentemente conscientes de nuestros actos, realizados y por realizar, debemos recordarnos siempre a nosotros mismos en situaciones anteriores, debemos viajar en el tiempo, hacia atrás, -ya sea durante un segundo o durante 20 años-, para mirarnos a nosotros mismos en tal o cual situación pasada, y por ende, recordar de que manera respondimos a tal evento en el que estuvimos inmersos. En resumen, tenemos que formar el hábito diario, de que, al final del día, nos recordemos a nosotros mismos, -al menos en el día que transcurrimos-, en tal o cual situación de la que fuimos partícipes, como si fuéramos una visita invisible, de nosotros mismos hacia nosotros mismos, -desde un hipotético futuro-, con el objetivo de observarnos, desde la perspectiva en tercera persona. Con esto estaremos examinándonos de una manera mas objetiva, nuestra propia subjetividad pasada.

En segundo lugar, un ingrediente más para crear nuestra Alma (o nuestro Alma), con el objetivo puesto en ir dándole entidad a ese proto-Ser que nos trascenderá luego de la desaparición de nuestro cuerpo material, es el que le prestemos atención a nuestros sueños. Nuestros sueños tienen mucho que decirnos respecto de nuestra vida de vigilia, pero se encuentran tan relegados en el conjunto de quehaceres dentro de nuestra conciencia, que simplemente no somos capaces de recordarlos al momento del despertar, o bien, ni siquiera tenemos la intención de hacerlo, lo cual es mucho peor que querer recordar y no poder. El ejercicio de recordar los sueños es como todo, un hábito que se logra diciéndole a nuestra psique consciente, justo antes de dormir, que necesitamos recordar nuestros sueños con los mayores detalles posibles. Esta orden que le damos a nuestra conciencia, es algo similar a cuando nos debemos despertar muy temprano al otro día, y nuestro inconsciente se entera de ello debido a nuestra necesidad, que es la de levantarnos temprano. Dicho y hecho, o mas bien, pensado y ordenado, al otro día nuestro cerebro nos despertará sin mas reloj que el biológico, a la hora programada la noche anterior. Bueno, lo mismo sucede con el hábito diario, de programar a nuestra psique, que al despertar recordemos lo que hemos soñado, y con el mayor detalle posible. Y algunos se podrán preguntar lo siguiente: ¿y para que necesitamos recordar lo que soñamos? Pues, yo les respondo, por el simple hecho de que el inconsciente; el lugar de nuestra psique donde se guardan todo tipos de eventos, los pasados (recuerdos), los presentes (eventos con alto contenido emocional) y hasta los futuros (leer aquí y aquí); ese inconsciente, es, de los tres estadíos psicológicos (el Yo, el Super Yo y el Ello) el que más nos conoce por dentro, y desde que nacemos. Es el que ha guardado todo tipo de eventos, con lujo de detalles, desde el día en que estábamos en el vientre materno hasta el presente (y también desde el futuro - ver links superiores). Pero este inconsciente tiene algunos problemas de comunicación, para con nosotros, para con nuestro estado consciente, pudiéndolo hacer especialmente mediante los sueños. Es por ello que debemos estar atentos y programarnos para poder recordarlos, ya que los sueños, ese mundo onírico repleto de imágenes simbólicas, son, ni más ni menos, que una recomendación por parte "del que sabe", de nuestro inconsciente, de que debemos cambiar algo en nuestra vida. Pero, el tema es saber interpretar dichas imágenes arquetípicas, tema que se escapa a esta publicación, por lo que para ello, les recomiendo que lean el libro, "El hombre y sus Símbolos" de Carl J. Jung.

En tercer lugar, y en una relación estrecha con lo escrito en el párrafo anterior, existe un ejercicio mental, que particularmente, y al igual que todos los anteriores, vengo realizando desde hace muchos años (desde que tenía 14 o 15 años aproximadamente) y que es la de ser partícipes conscientes de nuestro mundo onírico, de vivir conscientemente dentro de los mundos simbólicos creados por el inconsciente, de vivir dentro de nuestros propios sueños. ¿y como realizamos esto? Pues, ello se logra en el preciso instante en el que nos despertamos en medio de un sueño, instante justo en el que la consciencia gana terreno hacia lo profundo del Ello, pero, en lugar de despertarnos, lo que hacemos es lograr "abandonar" ese pequeño estado de vigilia para ingresar, -con nuestros pasos conscientes-, al mundo onírico de los sueños, pero, gracias a que, por un instante, la consciencia ganó terreno psicológico dentro del universo inconsciente, -o bien dentro del pre-consciente-, pudimos dormirnos nuevamente y retomar nuestro sueño en ese estado entrecruzado, entrelazado de consciencia e inconsciencia. A partir de ese preciso instante, una parte de nuestra consciencia se encuentra dentro de una parte de nuestra inconsciencia, la cual se encuentra con un "mensaje" para nosotros (o sea el sueño), cuyo destinatario es nuestro "Yo", dentro del cual -dentro de ese sueño- hemos podido ingresar con una buena dosis de consciencia para poder tener una cierta libertad de acción y de decisión dentro del simbolismo arquetípico creado por el Ello, o sea por el inconsciente. Hemos, literalmente hablando, accedido dentro de nuestro sueño, y hemos podido ser parte consciente de él. A esto se lo llama: Sueños Vívidos, y es otra de las importantes cosas a tener en cuenta para poder crear nuestra Alma y llegar a darle entidad para cuando llegue el día de su liberación.

En cuarto lugar, otro aspecto que debemos tener muy en cuenta para ese gran trabajo que es el de crear nuestra propia Alma, es la de incentivar la curiosidad en nosotros mismos. La mencionada virtud es clave a la hora de incluir nuevos conocimientos a nuestra mente sedienta, es la base de algo mas grande que la curiosidad en si misma, y que son las preguntas. La curiosidad, -aunque algunos dicen que mata-, es fundamental para obtener respuestas y de esa manera acrecentar nuestra sed de sapiencia. La curiosidad genera preguntas, las preguntas reclaman estudios e investigaciones de nuestra parte para que aquellas sean respondidas, y por ende, las respuestas, vigorizan nuestro saber. Y si por la curiosidad deberemos morir... pues moriremos, no sin antes haber creado nuestra Alma.

En quinto lugar, debemos pensar en que el Alma deberá tener una razonable homogeneidad, y sin irme al terreno corporal o material, deberá tener un cierto nivel de cohesión atómica consigo misma, para que esa entidad que supimos crear durante el transcurso de toda nuestra vida; -mediante la aplicación de los pasos anteriormente detallados- y a partir de aquel proto-Ser interno; no se desbarate en el intento y desaparezca junto con nuestro cuerpo material. Entonces, no solamente el de ser los creadores de nuestra propia Alma es la misión principal que tenemos dentro del universo, sino que también, la de mantenerla con una alta cohesión atómica entre su esencia constitutiva, y que es éste, el último de los objetivos. ¿Y como lo hacemos? ¿Como mantenemos o conformamos a nuestra Alma, como si fuera una entidad indivisible y definible? Bueno, como sabemos, los pensamientos y recuerdos guardados tanto en el consciente como en el inconsciente, que en conjunto conforman todo lo que somos, no es más que energía fluyendo por un medio que es nuestro cerebro, y esa energía -compuesta por átomos- tiene masa, y esos átomos -compuestos por Electrones, Protones y Neutrones- tienen masa, y a su vez esos Electrones, Protones y Neutrones -compuestos por Quarks y Leptones- tienen masa, y a su vez dichos Quarks y Leptones -esenciales de la materia- son los que verdaderamente conforman dicha masa, por lo tanto, aquella homogeneidad requerida para que nuestra Alma no se desbarate dentro de la Gran Mente del Todo, deberá ser una realidad casi absoluta, con el simple hecho de masificar nuestros pensamientos y recuerdos, es decir, el aportarles masa a nuestros procesos mentales, con el objetivo de que los campos de atracción, provenientes de la propia naturaleza universal, hagan lo suyo con aquel proto-Ser devenido en Ser, o sea, que el campo que conforma la materia, tenga una pequeña ingerencia sobre nuestros pensamientos masivos, con el propósito de mantenerlos siempre unidos y relacionados entre si, tanto a los provenientes del consciente como los del inconsciente. Pero, con el objetivo de que nuestros pensamientos tengan masa, de que nuestra Alma -al crearla- tenga la masa suficiente para luego trascender a nuestro cuerpo, es necesario generar, durante toda nuestra vida terrenal, la suficiente cantidad y calidad de recuerdos, de saberes, de estudios, de intuiciones, de pensamientos, de razonamientos, de sentimientos, de virtudes, de actitudes trascendentes, de legados inestimables, etcétera, con el objetivo de que, a mayor cantidad y calidad de todo lo recientemente descrito, la homogeneidad de nuestra psique, de nuestro Yo, de nuestra Alma, sea tan masiva, tan cargada de energía, tan repleta de átomos, tan infinitamente circundada de partículas masivas de todo tipo, que, en conjunto con aquel campo de atracción proveniente desde la mismísima Creación, nuestra Alma, nuestra nueva esencia ante los Ojos del Universo, nuestro último nacimiento hacia la inmortalidad, nuestro pase a ser parte esencial y eterna dentro de la Mente del Todo... sea una realidad.

En sexto lugar, y para agregar una manera más con el objeto de ayudar a construir nuestra Alma, se encuentra la meditación habitual a solas y en silencio, aunque sea por diez minutos diarios, pero la meditación, ese desconectarnos con todo lo externo, el predisponer nuestra atención, nuestro foco mental, hacia nuestro interior, a estar atentos a algo tan "simple" como nuestra respiración, a nuestros latidos cardíacos, a sentir cada músculo de nuestro cuerpo, a repeler todo suceso externo que nos intente extraer desde el "centro de la tierra", a repeler todo pensamiento que nos quiera desconectar de todo lo anterior... esa meditación habitual, es fundamental para reforzar la homogeneidad de nuestra Alma, ya que con este ejercicio, no estamos pasivos, todo lo contrario, estamos atentos a nuestro propio cuerpo físico y psíquico, generando un vendaval de conocimientos al respecto, y a mas conocimientos, mas masa, y a mas masa, mas homogeneidad del Alma, sin que ésta llegue a tornarse con características corpóreas.

Por todo lo anterior, concluyo, desde mi humilde punto de vista, que al Alma la debemos construir desde que tenemos uso de razón, por medio de procedimientos iguales o similares a los detallados en los párrafos superiores, con el agregado de un objetivo muy especial que es el de romper con el interminable ciclo de la reencarnación, es decir que, llegaremos a crear nuestra Alma de modo de poder ser parte eterna de la Mente Universal, no así, de un nuevo cuerpo material. El Alma no existe de la nada, sino que se la construye con el pasar de los años. Una mente dominada por el mundo light, banal, superficial, individualista, hipócrita, ególatra, consumista, dependiente de otros, externalizada por el mundo multimedial, y un gran etcétera, no podrá jamás ser creadora del Alma que hará trascender su existencia hacia la eternidad. En cambio, una mente altruista, dedicada a los puntos nombrados en los párrafos superiores, -y aún más-, a resaltar sus propias virtudes y a dominar sus pasiones, al final de su vida corporal, de seguro habrá tenido la certeza de que el seguir los pasos de la mismísima creación, de haber sido un Creador, su Alma vivirá para siempre... lograremos convertirnos en Seres inmortales.



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