De aquellas tres características correspondientes a las palabras, la última de ellas, la semántica, es la que contiene el sello mental de la persona que las articula. Por lo que, a un conjunto de palabras, que conforman una frase, al aplicarle la subjetividad humana, se le agrega, además de la semántica explícita en aquella, un manojo de intensiones y sentimientos. Una cosa es el significado propio de la frase y otra cosa es la carga de aspectos subjetivos que le podemos sobreponer. Por ejemplo, si yo le digo a otra persona la siguiente frase: "¿Te interesaría prestarle mas atención a lo que estoy hablando?", notamos en ella que le he puesto una base sentimental o carga emocional, por debajo de lo eminentemente semántico o significativo, con lo que la otra persona podría percibirla como una frase, cuyo significado objetivo es simplemente, el que esa otra persona me preste atención, pero, por otro lado, la semántica subjetiva de aquella oración, está cargada de intensión de daño y de un claro sentimiento de cinismo, por lo que, el receptor de mi frase, captará esa subjetividad al instante, ocasionando en él, una reacción que podrá llegar a ser de diferentes maneras, dependiendo del estado psíquico de ese receptor.
Ahora bien, si aquella frase la expreso de otra manera, siendo lo mas objetivo posible, la semántica o significado de esa frase, generará en el receptor una reacción diferente a la anterior, pudiendo este, responder o actuar de una manera positiva. La nueva frase podría ser la siguiente: "Serías de gran ayuda para mi, el que puedas acompañarme en construir nuestro conocimiento en conjunto.". Pues aquí se puede apreciar, que he dicho lo mismo que en la primera frase, pero sin colocar malas intensiones ni sentimientos de agravios, por lo que la semántica explícita de las dos frases, arriban ambas a lo mismo, pero en la semántica o significado implícito no son lo mismo, debido a que la primera frase, tanto en lo implícito, como en lo explícito, el agravio se percibe perfectamente, mientras que en la segunda frase, de ninguna de las dos maneras se llega a detectar agravio, siendo que ambas significan lo mismo, o sea, el llamarle la atención a una persona para que colabore activamente con un determinado orador.
Por este motivo es que debemos ser conscientes todo el tiempo de lo que estamos por decir, ya que si antes de emitir palabra alguna, hacemos uso de la empatía, o sea, de colocarnos en el lugar del otro, podremos llegar a inferir como afectarán nuestras palabras en el otro, en el receptor, previo análisis de nosotros mismos respecto de, en que estado psicológico nos encontramos, en razón de que, no es lo mismo expresar una determinada frase bajo un estado de enojo, que bajo un estado de calma.
Entonces, al tratar de aplicar lo que humildemente detallo en los párrafos de arriba, podremos evitar el herir a los demás, por medio de la sabia elección del momento en que elijamos para hablarle o escribirle a un receptor, y de las propias palabras que queremos que conformen nuestra frase.
No olvidemos entonces que la semántica o significado explícito, es lo que los ojos "ven" al leer una frase, y nada mas, mientras que la semántica implícita es lo que la mente del receptor entiende al "mirar" dicha frase, por lo que, es este tipo de significado el que debemos saber emplear con inteligencia en nuestras frases para no herir a los otros.
Por lo tanto, si elegimos bien lo que vamos a comunicar, en base a todo lo antedicho, podremos evitar una guerra de palabras, un ida y vuelta de frases cargadas de ironía, un ir y venir de daños psicológicos, un entrecruce de agravios en constante evolución hacia una especie de destrucción de emociones y susceptibilidades tanto del emisor como del receptor. Lo cual quedará en ambos como una marca de fuego en el inconsciente, y para toda la vida, por lo que a futuro, esto último, siempre nos jugará en contra.
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