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18/05/2013

La televisión. ¿Símbolo de la decadencia intelectual de la humanidad?


Televisiosis o Televisiositis, le llaman algunos estudiosos, a los efectos de la televisión sobre la mente humana, y especialmente sobre uno de los sectores de la sociedad que mas vulnerable se encuentra ante aquella especie de enfermedad psíquica, y que son los niños.

Los únicos culpables de que los chicos se pasen delante de la televisión, sin que medie entre ellos un control de tiempo y contenidos, somos nosotros, los adultos. Los niños están preparados evolutivamente para absorber, asimilar, aprender, aprehender, pensar, deducir, etcétera, todo lo que se le presenta ante sus sentidos, con el objeto de estar preparados para cuando sean adultos.

Y, ¿qué sería el estar preparados para cuando sean adultos? Que durante la infancia, los chicos deben asimilar eventos y objetos del mundo real, con todas sus buenas y sus malas realidades o consecuencias, pero realidades al fin, lo cual los prepara, de una manera natural, para hacer frente a aquellas buenas y malas realidades que deberá sobrellevar cuando lleguen a la edad adulta, sin tener que sucumbir de manera psicológica ante un estado de indecisión e incertidumbre, lo cual es moneda corriente en la edad adulta. Sin esa "cáscara" o "coraza" psicológica compuesta por dualidades de cosas buenas y malas, de sufrimientos y de gozos, de pérdidas y de conquistas, etcétera, el niño será un adulto cuya vida lo terminará aplastando psicológicamente, por el hecho de no poseer aquellas protecciones, construidas  éstas, con el paso del tiempo.

De acuerdo a lo anteriormente dicho, un niño que pasa muchas horas por día, frente a la televisión, sufre la perdida de contacto con varias realidades, y de algunos trastornos en su desarrollo, y que son: la percepción distorsionada de la vida y de las personas, una actividad cerebral muy disminuida y relegada a percibir sonidos e imágenes cargadas de conceptos que a veces modifican la realidad de los propios niños, pasividad y receptividad en detrimento de una condición activa y proactiva, incomunicación social con la familia o con amigos, disminución de la creatividad la imaginación y la inventiva, disminución de la capacidad de atención o también llamado Trastorno de Atención, alteración de la paz y armonía familiar por el hecho de quien ve tal o cual programa, problemas visuales si los niños miran la televisión a menos de tres metros de distancia, percepción y asimilación de una realidad alterada y virtual, tiempo perdido en lugar de utilizarlo para la familia, amigos, estudio, lectura, creaciones intelectuales y un gran etcétera.

¿Qué responsabilidad tenemos los padres respecto de cuanto tiempo pasan los chicos frente a esa especie de "chupete electrónico" que es la televisión? ¡¡¡Pues toda!!!. Y como los niños no han madurado para darse cuenta de aquellos malos efectos, somos nosotros, los que "sí hemos madurado" para hacérselos saber, para decidir cuanto tiempo pasan y qué contenidos ven en la televisión, y ser firmes ante esas decisiones. Pero no basta con solo ejercer de adultos restrictivos sobre la libertad de nuestros hijos. También debemos estar con ellos en ese tiempo libre de televisión que nosotros mismos les imponemos, ya que si controlamos eficazmente el tiempo y contenido que ellos miran, debemos tener la misma tenacidad para participar en sus tareas extra televisivas, como ser un simple juego a las cartas, un juego de ajedrez, una buena sesión diaria de lectura y charlas de padres e hijos, y con los temas que ellos quieran o puedan manejar desde su todavía inmadura perspectiva, salidas a compartir momentos de juegos físicos con familia y/o amigos. En mi caso estas sesiones de siete días a la semana, es una hora o mas, todas las noches, y no es de forma obligada, sino que ellos mismos lo piden. Solo es necesario generar hábitos de buenas costumbres en los chicos, para que, luego de unos pocos meses practicándolos, ellos mismos son los que recurren a esas buenas prácticas de la que hablaba arriba.

¿Qué responsabilidad tiene la escuela respecto de este enemigo de la intelectualidad que es la televisión? Pues mucha. ¿Y de que manera deberían actuar los profesores respecto de este tema? En primer lugar, predicando con el ejemplo y con palabras de alerta respecto del daño que les hace en el presente y a futuro, si es que el tema Televisiosis o Televisiositis no se encuentra dentro de los programas curriculares. O bien, si estos temas están en la currícula, haciéndoles ver con ejemplos y buena didáctica, aquellas cuestiones que detallé en el párrafo anterior.

Con todo lo anteriormente expuesto, y desde mi humilde punto de vista, la intelectualidad de las personas, pienso que es inversamente proporcional al tiempo que aquellas han pasado y pasan frente al televisor, ya que esa máquina de proveer dependencias psicológicas e ideológicas sobre mentes desprotegidas, genera en el tejido social, la misma relación proporcional, o sea que las capacidades intelectual, cultural, creativa, imaginativa, constructiva, etcétera, de la sociedad toda, son inversamente proporcionales al tiempo medio que las personas de la población han pasado y pasan frente al televisor. A mas tiempo dedicado a la televisión, menor es la capacidad intelectual del tejido social, es decir, menos tiempo para cultivar el saber, con lo cual esto conlleva graves implicancias respecto de la participación de las personas en la construcción y mantenimiento de un mundo mejor, como la ausencia de libertad de pensamiento y de expresarse libremente sin que la propia mente sea la que nos encadene, el perder virtudes tan necesarias como la tolerancia, el respeto, la empatía, y también, llegar a demostrar sentimientos de ira ante situaciones irrelevantes y que no hacen a lo que verdaderamente importa en la vida.

Entonces, si queremos tener un mundo cada vez mejor, ¡¡¡en un amplio sentido!!!, nosotros, los adultos, como los padres, los docentes, los políticos, las fuerzas de la ley, etcétera, debemos procurar que el tiempo de los niños, no sea un tiempo perdido, ya que si lo es, se convertirá a futuro, en una sociedad perdida.

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